Las Balears talayóticas quedaron integradas en el Imperio Romano alrededor del año 123 a. C. Fueron las tropas romanas conducidas por Quinto Cecilio Metelo las que vencieron a aquella sociedad organizada mediante poblados en los que se erigían poderosas torres de ciclópeas piedras. En un principio los romanos instalaron un campamento junto a un gran poblado indígena, sito en las inmediaciones del actual hospital de Son Espases. Pero unos sesenta años después de la conquista, los romanos decidieron fundar una ciudad digna de Roma. Su emplazamiento se situó a la orilla del mar, en un altozano que flanqueaba la desembocadura de un torrente ?la Riera?, desde donde se podía otear la inmensa bahía palmesana. Allí, protegida por sus gruesas murallas blancas, nació la ciudad de Palma. De esta manera, lentamente se romanizó, primero desde el antiguo paganismo y luego desde un incipiente cristianismo. Así quedaron las islas Balears integradas en el Imperio Romano de occidente hasta su desaparición en el siglo V.

Fueron oleadas de tribus bárbaras venidas del norte y del este de Europa las que acabaron con ese Imperio Occidental, el mismo que había elevado la cultura y la civilización a cimas nunca antes escaladas. Esos bárbaros invadieron y señorearon, una a una, las provincias romanas. Las Balears no se libraron de la brutal embestida. En 425 Mallorca sufrió una razia de la tribu de los vándalos, que asentaron su capital en el norte de África, en la ciudad de Cartago (429). Unos años más tarde, en el 455 el rey vándalo Genserico conquistó definitivamente Balears, pues precisaba de su privilegiada situación geoestratégica. Muy pronto, el puerto de Palma se convirtió en base naval, desde donde los arrianos dirigían sus razias a diferentes puntos costeros de la Península Ibérica.

Mientras tanto el Imperio Romano Oriental sobrevivió al embate de las hordas bárbaras, convirtiéndose de esa manera, en la resistencia de la antigua Roma. A pesar de que los sucesivos emperadores del Imperio Oriental tuvieron puesta la vista hacia oriente, lo cierto es que siguieron considerándose los herederos de la totalidad del antiguo imperio. No en balde, sus habitantes se seguían denominando rhomaioi, y no griegos o bizantinos, gentilicio reservado a los ciudadanos de Constantinopla. Durante las primeras décadas del siglo VI, subió al trono el emperador Justiniano (527-565), cuya infancia estuvo marcada por una educación más latina que griega. Fue este soberano quien, tras firmar la paz con los persas, y por tanto, conseguir la tranquilidad en las fronteras orientales de sus dominios, puso en marcha la Renovatio Imperii; una política destinada a recuperar todos los territorios del antiguo Imperio Romano. Tras ese plan había una doble intencionalidad: aumentar el poder económico y militar del emperador; y por otro lado, no hay que olvidarlo, salir en defensa de la unidad del cristianismo, ahora puesto en tela de juicio por las tendencias arrianas y otras manifestaciones heréticas de las fieras tribus godas.

Justiniano encargó a Belisario las campañas occidentales. Tenía claro el general bizantino que si quería conquistar Hispania, primero debería poseer Cartago, pues como se ha visto, por aquel entonces los vándalos señoreaban aquella parte del Mediterráneo. Para ello, se debían neutralizar todos aquellos enclaves que pudiesen ofrecer socorro a la capital arriana. La ciudad de Palma, bajo soberanía vándala, con su puerto y sus efectivos navales, sin duda, era uno de esos lugares a dominar por los bizantinos.

Ese fue uno de los motivos por los que las Balears y Septem (Ceuta) fueron uno de los primeros enclaves occidentales a batir por Belisario. Envío el general bizantino un cuerpo de su ejército a cuyo mando estuvo Apolinar, hombre de su máxima confianza. Sabemos por la obra Bellum Vandalicum, de Procopio, que Apolinar conquistó las Balears: "Y a las islas que se encuentran cerca de la entrada del Océano, que, por parte de los nativos, reciben el nombre de Eivissa, Mallorca y Menorca, mandó a Apolinario, el cual era originario de Italia, pero que, siendo todavía un jovenzuelo, había llegado a Libia". Sólo una vez conquistadas las Balears y Septem, se decidió el general Belisario a invadir Cartago. Sabía el estratego bizantino que conquistada la ciudad africana, tendría vía libre para cernirse sobre la vieja Hispania.

Habiendo conquistado Apolinar el archipiélago balear, quiso el emperador Justiniano mantener el modelo administrativo empleado por los vándalos, es decir, que las Balears siguiesen formando parte de una organización territorial cuyo epicentro había sido, y seguía siendo, la isla de Cerdeña. Lo mismo sucedió con la administración eclesiástica, teniendo cada isla balear su obispo, que a su vez, también dependía de la Insula Sardinia. La historiadora Margarita Vallejo, está de acuerdo en considerar que durante el período bizantino habría en Palma un gobierno constituido por uno o dos tribunos encargados de gobernar las Balears y que a su vez dependerían del gobernador bizantino de la isla de Cerdeña. Ahora bien, tras la conquista de algunos territorios hispánicos por parte de Justiniano, hacia el año 532, la organización administrativa balear se puso bajo la dirección del gobernador de Hispania, asentado en la ciudad de Cartagena. Cabe decir, que a su vez, éste último dependió del exarca bizantino de África, concretamente de la Eparquía (provincia) Mauritania II.

La arqueología nos habla que durante este período hubo verdaderamente un importante impulso económico, espiritual y demográfico en Mallorca. Convertido en una auténtica plataforma de redistribución transmediterránea, el puerto de Palma gozó de una renovada actividad mercantil. Por los vestigios arquitectónicos de aquella época „por ejemplo las basílicas o algún que otro capitel de bello ornato„ uno puede pensar que la ciudad vivió un período de cierto dinamismo. Tampoco se deben desdeñar el gran número de monedas bizantinas que la arqueología ha podido recuperar, otra prueba más de lo que debió ser la briosa vida palmesana.

Así las cosas, y a pesar de lo lejos que estaba el epicentro del Imperio de Oriente, las posesiones bizantinas Peninsulares se mantuvieron hasta que fueron reconquistadas por los visigodos hacia el año 625. No pasó lo mismo con las Balears. Las islas siguieron estando bajo el influjo del Imperio Bizantino. Ahora volvían a depender administrativamente del gobernador bizantino de Cerdeña. De todas formas, hay que ser sincero y no trapalón, pues al entrar en ese periodo uno camina a tientas, pues siglos Balears más misteriosos que el VIII y IX no hay. Quizás entre una espesa niebla el historiador versado pueda hacernos sentir esos efluvios del pasado en donde unos palmesanos abandonados por el emperador, tuvieron que apañárselas solos ante los incipientes ataques de un nuevo enemigo cuya sombra, cada vez mayor, se cernía sobre ellos: el ejército del Islam. Crearon los insulanos balearios un pequeño reino semi-independiente, regido por el conde Don Julián y esos otros "reyes de Mallorca y Menorca" de que nos habla el geógrafo medieval Al-Zuhri, de Granada. Su esfuerzo debió ser hercúleo, pues no fueron conquistados por los mahometanos hasta el año 902.