El proyector muestra un huevo duro, a continuación aparece un huevo frito y la última imagen es un huevo a la flamenca. No se trata de una clase de cocina, sino de arquitectura. Para niños. "Al principio Palma era como un huevo duro. En el centro estaban la Catedral y la Almudaina (la yema), alrededor había casas (la clara) y todo estaba rodeado por la muralla (la cáscara)".

"Con el derribo de las murallas y la construcción del Eixample, la clara se desparramó y la ciudad se convirtió en un huevo frito. Y ahora, tras la expansión del área metropolitana, es un huevo a la flamenca, con guisantes, bacon y muchos ingredientes esparcidos". La ilustrativa metáfora es usada por el colectivo Arquitectives en su primera clase de Arquitectura en la Escuela, una enseñanza pionera aquí, pero que forma parte del programa educativo obligatorio de varios países del norte de Europa, como Finlandia y Alemania.

En Palma, quienes lo ofrecen desde este curso son el colegio Pedro Poveda, en el Rafal Vell, y los centros Aixa y Llaüt, en el Parc Bit; además de sesiones puntuales en el Santa Mónica y el Ágora de Portals. Los impulsores, Cristina Llorente y Pablo Amor, tienen como objetivo "enseñar a los niños unos conocimientos básicos de arquitectura, porque es algo que está en nuestras vidas y nos afecta en el día a día. Todos hemos oído hablar de Picasso, por ejemplo, aunque para ver su obra tenemos que ir a un museo. Sin embargo, por todas partes encontramos influencias de Le Corbusier y la mayoría no sabe quién es", explica Amor.

Proyectar la ciudad

Otro argumento para aprender arquitectura es poder participar en la toma de decisiones sobre el entorno urbano que nos rodea. Llorente lanza una pregunta a la clase de 5º de Primaria de Aixa: "¿Pensáis que, como niños, os tendrían que dejar opinar sobre cómo queréis que sea vuestra ciudad? Más sencillo: ¿Qué le pondríais a un parque?" Muchos brazos empiezan a levantarse de inmediato: "Columpios", "una piscina", "una tienda de chuches" y "un laberinto" son algunas de las respuestas.

La maestra-arquitecta les dice que "en Finlandia, cada vez que se diseña una zona nueva de la ciudad, en los colegios aportan ideas sobre qué les gustaría que hubiese". En el barrio palmesano de la Soledat se llevó a cabo un proyecto similar en una plaza que tenía que ser reformada. El anterior equipo de gobierno de Cort propuso a los alumnos de la escuela pública que dibujasen cómo la querían y el arquitecto responsable se basó en algunas de las ideas aportadas.

Más de 700 estudiantes de Educación Infantil, Primaria y Secundaria están aprendiendo qué es la arquitectura y el medio ambiente construido, es decir, "aquel que ha sido modificado por el ser humano". Lo hacen de forma amena y mediante una enseñanza transversal, ya que esta materia engloba asignaturas humanísticas como Historia, Arte, Sociología o Conocimiento del Medio y técnicas como Física y Matemáticas, con un programa específico con 17 sesiones para cada nivel educativo.

En la primera clase, alumnas como Clara, Marta, Rosario, Ana, María, Sofía, Sonsoles, Victoria y el resto de compañeras de Aixa aprendieron que las ciudades empezaron a construirse por tres motivos: "para relacionarse, para colaborar en las tareas de supervivencia y para protegerse de los ataques de otras personas y de los animales". Por este motivo, en Palma y en la mayoría de urbes se levantaron murallas, aunque "acabaron llenándose tanto que empezó a haber un problema de higiene, porque no cabían todos en la ciudad", explica Cristina Llorente con un plano del año 1645 en el proyector.

La siguiente imagen es otro plano, esta vez de 1896, donde se ve fuera de la muralla el barrio de Santa Catalina. "¿Qué diferencias observáis en las calles?", señala. Las alumnas responden: "están rectas", "hay más espacio", "no hay murallas". Llorente explica por qué: "antes se construían primero las casas y el espacio que sobraba eran las calles y las plazas, como ocurría dentro de la muralla. Sin embargo, los nuevos crecimientos se basaron en la planificación de la urbanización: primero trazaban las manzanas y el espacio público donde luego se ubicarían los diferentes usos", tal como detalla respecto a estos cambios urbanísticos.

Desde los tres años

En el colegio Pedro Poveda se imparte el programa desde los tres años. A los más pequeños les enseñan a encontrar cuadrados, rectángulos, triángulos y círculos en los edificios, además de crear composiciones con las formas geométricas. Los resultados son principalmente coches, casas, mariposas y árboles, aunque la maestra se llevó una sorpresa al preguntar a uno de los niños qué representaban dos triángulos y un rectángulo. "Es un sándwich de jamón y queso y una tostadora", respondió impasible.

En Segundo de ESO, Pablo Amor da lecciones, por ejemplo, de "estética y composición de la arquitectura moderna, aunque tomando como referencia a los clásicos". Aquí vuelve a surgir la transversalidad, debido a que "los cambios sociales y políticos se ven reflejados en el lenguaje arquitectónico". Y destaca que "en solo una sesión del programa, los alumnos ya aprenden más arquitectura que la que sabíamos nosotros cuando empezamos la carrera". Eso es precisamente lo que pretenden los componentes de Arquitectives.

Tal como indica la arquitecta Susanne Hofmann, quien se ha especializado en participación, todos somos expertos en nuestra manera de entender el mundo y, por tanto, deberíamos intervenir activamente en el diseño de los espacios de los cuales somos usuarios. Para ello, necesitamos "un entendimiento activo del medio ambiente construido" para poder tener "opinión sobre la calidad de nuestras vidas y las de los demás", según las palabras de Suvi Lindén, exministra de Cultura de Finlandia.