Predominan el coche -el rey-, el autobús -el democrático-, la moto -el práctico- y la bicicleta -el ecológico-, aunque en Ciutat también hay quienes utilizan otros medios de transporte sobre ruedas para desplazarse de aquí para allá. No hablamos de taxis ni calesas, sino de vehículos tan novedosos como el segway o tan arraigados a la juventud como los patines y el monopatín. Pese a que están muy relacionados con el ocio, cada vez más gente opta por las citadas alternativas para trasladarse a cualquiera que sea su destino. Los califican de rápidos, cómodos y prácticos para cubrir sus necesidades de movilidad.

Sin embargo, siempre ocurre que la sociedad avanza mucho más rápido que las leyes, por lo que la normativa existente aún no se ha adaptado a los cambios que se están produciendo en las calles de Palma. La ordenanza municipal de circulación, que data de 2001, tiene un artículo donde establece brevemente las obligaciones y prohibiciones de los usuarios de patines, patinetes y monopatines, aunque no hay ninguna norma que hable de la existencia de los segways, pese a que la empresa suministradora ha vendido un centenar desde que se implantó hace ya siete años.

Estos vehículos eléctricos de dos ruedas, que se mueven según la inclinación del cuerpo, "están en una situación de alegalidad", como reconoce el concejal de Movilidad, Gabriel Vallejo. "Nos planteamos incluir un apartado al respecto en la ordenanza de las bicicletas, pero era complicado, porque se parece a un patinete". Dicha normativa se aprobó este mismo año tras la eclosión de las bicis como medio de transporte urbano debido a su impulso por parte del equipo de gobierno de Aina Calvo la pasada legislatura. El actual alcalde, Mateo Isern, ha promocionado más los segways, aunque como "todavía no es un medio masivo", el concejal de Movilidad cree que "por ahora no es necesario regularlo".

¿Y qué ocurre en estos casos? "Se aplica la lógica", según afirma el portavoz de la Policía Local. "Hay muy pocos, por lo que les dejamos ir por la acera siempre que no molesten. En caso de que se produjese algún percance, se buscarían analogías con el medio de transporte más parecido, es decir, el patinete, y se regularía con la ordenanza de circulación", especifica.

"Voy a todas partes"

Pilar Carbonell es la presidenta de los restauradores y una de las "siete personas en la ciudad" que usa un segway para desplazarse por motivos laborales o privados. El resto de vehículos pertenecen a empresas de alquiler para los turistas, a otras encargadas de la vigilancia de edificios o recintos extensos -como por ejemplo una urbanización de lujo-, a campos de golf y a empresas que trabajan en puertos deportivos, tal como enumera la responsable de la concesionaria Segway Baleares, Patricia Juárez.

Una de sus primeras clientas fue Carbonell. "Lo compré hace siete años. Acababan de abrir y pensé que sería muy práctico para mí, porque me dan miedo las motos, me tengo que mover todo el día por la ciudad con muy poco tiempo y voy siempre con tacones", explica.

Tanto para sus reuniones de la asociación como para gestionar los tres restaurantes que tiene en el centro y el Portitxol, utiliza el segway. "Voy a todas partes y me permite aparcar en cualquier lugar, ya sea dentro de un edificio o en un parking de bicis atado con candado". La empresaria no ha tenido "ningún percance" en todo este tiempo y, respecto a la falta de normativa que regule los peculiares vehículos, asegura que no le supone ningún problema. "Busco calles poco transitadas para no molestar y para llegar más rápido, utilizo la máxima del respeto absoluto a los demás y, siempre que puedo, circulo por el carril-bici", detalla.

Los mismos argumentos trata de inculcar la responsable de Segway Palma, Thais V. Martín, a los turistas que alquilan estos patinetes eléctricos. "La libertad de uno termina donde empieza la del otro", les dice. "Nuestras rutas siempre están guiadas por un monitor y formamos grupos de cinco personas como máximo para no estorbar", según Martín, cuyo negocio se encuentra en la Llotja. Las calles estrechas de este barrio y del resto del casco antiguo les obligan a circular en fila india cuando hay peatones, porque "los viandantes siempre deben tener preferencia".

Se sienten discriminados

El artículo 18 de la ordenanza de circulación permite que patines y patinetes vayan por las aceras y paseos a la velocidad del peatón, aunque lo prohíbe en el caso de los monopatines. Los usuarios de todos estos vehículos critican que la normativa les perjudica y se sienten discriminados, unos porque "es imposible circular a la velocidad del peatón" y los otros porque "ir por la calzada es muy peligroso". La única opción que les queda es el carril-bici, aunque "hay muy pocos", señala Jorge García, quien lleva 20 años utilizando patines.

"Siempre me muevo con ellos, porque ahorro mucho tiempo, y suelo ir por la calzada, ya que controlo mi ruta habitual, pero no es lo normal en los patinadores, porque circular entre coches es muy arriesgado y peligroso", en palabras de García. Respecto a la normativa, cree que no se ajusta a la realidad, debido a que "con los patines no puedes ir despacio por las aceras, a la velocidad del peatón, ya que pareces un pato y te puedes caer".

Rudy Llull pide "flexibilidad". Este experto en el monopatín llamado longboard -es decir, con tablas más largas y anchas, lo que permite "mayor estabilidad y seguridad"- destaca que son "perfectos para moverse por la ciudad por este motivo, porque las ruedas son más blandas, y porque los puedes guardar en cualquier sitio".