"Amunts de la seu"

La capilla de la Trinitat es el germen del templo. Un rincón de formas exquisitas, situado en la parte más externa del ábside. Desde allí se contempla el desarrollo posterior de la catedral, que fue cambiando primero en la más amplia capilla Real y más adelante en las tres naves. Es un rincón para la soledad y el recogimiento. Con la Virgen sagrario que centró el antiguo retablo gótico, las ménsulas con figuras de ángeles, y la visión sobre el resto de la construcción. Que parece abrirse desde allí a la conquista del espacio circundante. La Capella de la Trinitat es uno de esos rincones recoletos de la ciudad llenos de historia, de espíritu, de proyección hacia el pasado y el futuro. Mientras que las tres naves de la Seo te hacen sentir como una hormiga, te apabullan con la grandiosidad de los espacios y la verticalidad de las luces, la Trinitat tiene una especie de intimidad mística. Como si en ese lugar el templo te permitiera hablar de tú a tú. Comunicarte con las generaciones y generaciones que trabajaron para convertirlo en el primer símbolo del patrimonio insular. Todo lo contrario ocurre con los terrados de la Seo. La subida por el campanario resulta iniciática, y cuando se sale a los terrados la sensación es de un vértigo metafísico. La ciudad entera se extiende a los pies, como una realidad menor, secundaria. Mientras que las agujas y los pináculos se elevan eufóricamente. Con decoraciones tan altas e innacesibles que sólo podían ser contempladas por la Divinidad. El recogimiento de la capilla se convierte en expansión jubilosa, en conocimiento radiante. Las alturas producen una sensación semejante a la conquista de una cumbre. Una extraña alegría y la superación de un estado inferior. Hoy, cuando la crisis ha frenado muchos ímpetus viajeros, es hora de retomar esos otros viajes interiores. Y visitar algo tan cercano, y al mismo tiempo lejano, como son esos aspectos de la Seo.