La ciudad desvanecida fue el título que le otorgó Mario Verdaguer a Palma. Es uno de los libros fundamentales para conocer una ciudad que, desde luego, ya no existe. El escritor y periodista menorquín, que pasó parte de su trasegada vida en la isla, nació en la cercana Menorca y acabó su vida en la vecina Barcelona en 1963. Su nieta Isabel Ponseti Verdaguer tenía seis años. Ella apenas recuerda su presencia física, sí su voz y su carisma. Son sus hermanos mayores, Carles y José Manuel, quienes apreciaron en el abuelo el poso creativo. "Le encantaban los niños y quería que sus nietos fuésemos creativos, por eso siempre otorgaba un halo de magia a todos los juegos", apunta .

A diferencia de sus hermanos que sí han seguido cierto legado familiar –su hermano Carles es el fundador y batuta del coro Studium–, ella se ha dedicado a la Educación Física. "Somos mente y cuerpo", recuerda. Es profesora desde hace más de tres décadas y en su amplio currículum en esta materia, ha sido jurado en concursos nacionales de Gimnasia Rítmica. No padece, más bien al contrario, el síndrome del profesor quemado. "Me sigue gustando como el primer día. Creo que mi lado creativo lo he volcado en la manera en cómo doy las clases", señala. "Al menos así me dicen los alumnos", añade.

—¿Ser la nieta de Mario Verdaguer es una responsabilidad?

—Es, sobre todo, un orgullo, una pasión que me honra. En mi familia lo vivimos con mucha naturalidad. Yo apenas le conocí. Fue mi madre quien nos contaba muchas cosas de él, pero sí recuerdo hablar por teléfono con él porque él vivía en Barcelona. A las hermanas de mi abuelo, que vivían en la calle Cadena, las tías Verdaguer, Asunción, Teresa y el tío Joaquín, las conocí muy bien. Me crié en ese ambiente, en el que mi madre nos leía obras de mi abuelo Mario, mis tías abuelas me contaban cosas de él y siempre lo adornaban con algún verso de Bécquer y luego estaban los Ponseti. Mi padre cantaba ópera. Como ves mi familia era un tanto ´especial´. (Risas, un gesto habitual en la nieta del periodista y escritor).

—¿Palma ha tratado bien a quien tan bien la describió?

—Creo que sí, aunque me sorprende que no se haya estudiado más su figura. A raíz de la reedición de Medio siglo de vida íntima barcelonesa se ha dado un despertar y ha habido más interés.

—El otro día presentaron el documental ´La ciutat esvaïda´... ¿Qué le pareció?

—Francesc Mulet y los de La Periférica han hecho un muy buen trabajo. Nos gustó mucho.

—¿Dejó obra inédita?

—Queda bastante cosa que está depositada en el Fondo de la Biblioteca Nacional de Cataluña, donde lo donamos. Estábamos trabajando en la reedición de La ciudad desvanecida, con la inclusión de dibujos suyos inéditos y con un prólogo de José Carlos Llop, pero la crisis lo ha parado.

—¿Ninguna institución se ha ofrecido a ayudarles?

—¿Ahora, con la de recortes que hay? ¡Qué va, ni siquiera hemos pedido ayuda!

—¿Cree que su abuelo reconocería la Palma de 2012?

—No lo sé pero era una persona muy abierta y reconocería otras cosas, estoy segura. Creo que seguiría viendo Palma con una mirada muy refinada, auténtica. Mi abuelo estuvo muy arraigado a la ciudad, tanto aquí como a las catalanas donde vivió. Él veía belleza donde los demás seguramente no veríamos nada.

—¿Usted busca esa ciudad que describió Verdaguer?

—No, pero sí que miro los objetos de los que habló de otra forma, como las sillas del Born, o me detengo a mirar las leonas del paseo.

—¿Para usted Palma sigue siendo una ciudad desvanecida?

—No, es una ciudad que cambia mucho y muy deprisa.

—¿Qué es lo que más aprecia de su abuelo?

—Su forma de escribir, su sencillez, claridad. Él supo llegar a los sentimientos desde la sencillez. Era una persona con una extremada sensibilidad que nos ha legado el placer de disfrutar de las cosas sencillas, los colores, las flores. No necesitamos nada material. Mi abuelo nos enseñó y yo lo aprendí a través de mi madre, su hija, que hay que ser sencillos, humildes y creativos.

—Su profesión está bajo el ojo del huracán... ¿Usted también ha sido ´recortada´?

—He sido y voy a seguir siendo recortada. De las reformas, a mí no me afecta tanto el tener más alumnos ni el tener que desdoblarme porque llevo años dando clases a 120 alumnos por clase. Somos muy pocos en la especialidad de Educación Física. Lo que sí creo es que hay que redistribuir y no recortar a lo bruto sin ton si son, que es lo que están haciendo.

—¿Cree que el modelo del Partido Popular no pasa por la educación pública en la que usted lleva trabajando tantos años?

—Es obvio. Es tremendo. He tenido alumnos que me han pedido 1 euro o 2 para comprar sopa de sobre. ¿Qué pasará ahora con ellos?

—Bauzá está obsesionado con la lengua. ¿Por qué cree usted?

—El problema de la lengua era inexistente. Ya no había ningún problema. No sé por qué ha creado un conflicto de la nada. Creo que lo han hecho porque quieren provocar un enfrentamiento que no existía.

—¿Alguna autocrítica en el sistema de enseñanza público?

—Sí que cambiaría el sistema de accesos de interinos porque no es justo que alguien apruebe la oposición y pierda su plaza en favor de un interino con puntos.

—Asegura que no está "quemada", sin embargo, el colectivo de maestros, profesores, está siendo los chivos expiatorios de este nuevo cambio de modelo.

—Sí, la figura del profesor está desprestigiada injustamente. Tenemos mucha carga docente extra porque al haber más familias desestructuradas acabamos asumiendo funciones que no nos corresponden.

—Especialista también en lenguaje corporal. ¿nuestros gestos nos delatan?

—El gesto no verbal no lo podemos controlar, por ello sí hablan mucho de cómo somos.

—¿Qué gestos delantan al mallorquín?

—El mallorquín auténtico no alardea. Sus cosas están a puerta cerrada, no es ostentoso, y no meten en su casa la primero que pasa. Es muy precavido.