Todavía no ha comenzado la afluencia masiva de cruceros, pero los primeros turistas de la temporada ya van como sardinas en latas en los autobuses de la EMT que parten del muelle de Ponent y se dirigen al centro. Uno tras otro, los visitantes preguntan al conductor si va a la Catedral y, tras el esperado sí, entran en uno de los vehículos de la línea 1. Si es uno articulado, hay capacidad para más de 140 personas. Si es uno normal, puede trasladar a casi un centenenar de pasajeros. "El problema es que bajan del barco entre 3.000 y 4.000 turistas casi al mismo tiempo y muchos quieren coger este autobús para visitar el casco antiguo", tal como explica un conductor. "Tienen prisa, porque sobre las tres o las cuatro de la tarde deben regresar al crucero, y nosotros no damos abasto", añade.

La línea 1, que cubre la ruta del puerto al aeropuerto, tiene una parada cerca de Jaume III y otra en la plaza de España, el radio de acción de los turistas. Pese a que la frecuencia es cada 15 minutos, los autobuses son insuficientes para tantas personas, por lo que "el servicio es reforzado con otro vehículo en las horas punta, es decir, alrededor de las 9.30 horas, que es cuando salen después de desayunar", detalla el empleado de la Empresa Municipal de Transportes.

La asociación de comerciantes del paseo del Born instó a la EMT tras la apertura comercial los domingos a que destinase un servicio especial de cruceros para facilitar la llegada y las compras de los turistas. Por el momento, el refuerzo de la línea 1 se tiene que repartir con las líneas 7, 15 y las que lo necesiten.

Durante los meses de julio y agosto, la situación se agrava, ya que pueden atracar hasta cinco cruceros un mismo día. Además, la línea de autobús número 1 es la que llega al aeropuerto, por lo que también es utilizada por otros turistas y los trabajadores de Son Sant Joan. "Hay muchos y no los podemos dejar tirados en la parada. Ahora vamos justos, pero en verano hará falta aumentar el refuerzo", concluye.

En la cola

Los cruceristas aguardan en la cola pacientemente. "A mí no me importa esperar", dice Antonia Ruiz, de Alicante; aunque a su hermano Sebastián le gustaría "que hubiese más". Lo mismo opina la australiana Hannelare Meister, quien cree que "es muy importante para Palma ofrecer un buen transporte público". Los madrileños José Antonio y su mujer se muestran resignados: "Si hay que esperar, se espera". Mientras tanto, otros muchos se trasladan a la cola de los taxis, que avanza más rápido.

Un día de crucero hay más de una veintena de taxistas frente al muelle de Ponent. "La carrera hasta la Catedral cuesta unos diez euros, por lo que si vienen cuatro personas, sale a 2,5 euros cada uno", detalla Maria Mas, y "no van enlatados y sudando, como en el bus, que en verano es horroroso", destaca. En cambio, el precio en la EMT es de 1,5 euros. "Con la crisis, la competencia es mayor, por lo que creemos que no debería haber tantos autobuses", concluye la taxista.

La queja del conductor Tolo Martorell va en otro sentido: "No tendrían que mezclar el puerto de cruceros con los camiones de mercancías, ya que dan mala imagen y es peligroso".

Además de los muchos trailers que esperan para embarcar y partir hacia la península, un día de crucero el muelle de Ponent también recibe la visita del bus turístico y de varias calesas para pasear a los visitantes. Hay quien elige el coche de San Fernando, como dice el dicho.