Una ilusión, un efecto óptico que cambia la perspectiva, la altera, hasta conseguir que veamos escenarios que no existen. Es el trampantojo. La técnica pictórica, un engaño ante el ojo, permitió situar falsos paisajes en ventanas abiertas, en cúpulas, en fachadas gracias a alterar la perspectiva. Pura geometría.

El cine no fue ajeno a la tentación de servirse de una técnica que es magia pura y encima abarata costes. Fritz Lang se ahorró unos cuantos miles en la filmación de su película Metropolis gracias a una variación de esta técnica, el llamado método Schufftan, en recuerdo a su inventor.

En un aparcamiento de la plaza de España se ha pintado no un trompe -l´oeil cien por cien pero si la ilusión de un túnel de estación ferroviaria que no lleva a ninguna parte. Sus vagones van cimbreándose como si fueran una oruga porque van adoptándose a la línea curva de la entrada al estacionamiento.

Ahora que el transporte público se encarece o desaparecen líneas –autobuses de la Empresa Municipal de Transportes–y que los del transporte a pueblos amenazan con hacer una huelga por que el Govern les debe 4,3 millones de euros, dice ellos, y que podría afectar al transporte escolar, la ilusión del dibujo nos devuelve a la cruda realidad. Estamos en un tren que no va a ninguna parte. Como la canción, aquel éxito de los setenta, de Thomas Hock.

Capítulo aparte del ´engaño al ojo´ que hemos heredado de la nefasta gestión de unos y otros fue el metro, llamado ´litro´, porque al caer las primeras gotas se ahogó en su propia inoperancia. Más tarde, tuvimos accidente. No se puede ir tan deprisa con el transporte, y mucho menos, con el público, pero la lógica del César es particular y el colectivo le trae al pairo. La ciudad padeció sus puñaladas porque la lógica del César acarrea serias heridas a la arquitectura y al urbanismo.

Pero alguien dibuja una ilusión, un efecto óptico que aunque sea una trampa nos da alas. Alguien dibuja la boca de un túnel que aguarda la entrada de un tren que en esta isla no le llevará a puerto. Y no mencionemos la bicha porque en Mallorca la palabra túnel va asociada a otro de los escándalos mayúsculos de todos los hombres del presidente.

En Metropolis, de Fritz Lang, los de abajo trabajaban como esclavos y sólo respiraban los de arriba, la masa pensante vivía en el exterior de esa ciudad aplastante, precursora de los rascacielos de la Escuela de Chicago. Situó el apocalipsis en 2026, porfió demasiado el alemán porque llevamos años viendo cómo se las gastan en las metrópolis.

Palma es escenario en algunos de sus rincones de muchas trampas al ojo. ¿A quién le puede doler un engaño semejante?