Menos música en las calles

La nueva ordenanza de ocupación de la vía pública, que Cort quiere aprobar en breve, hace que los artistas se sientan "acorralados"

raquel galán palma

El violinista Joshua Bell, uno de los mejores del mundo, pasó desapercibido una fría mañana de enero mientras tocaba en el metro de Washington su violín Stradivarius valorado en más de tres millones de euros. Quizás las calles de Palma no se llenen con la música de intérpretes de tan reconocido prestigio, aunque también tiene artistas cuya valía merece ser aplaudida. Pero tal vez dejen de escucharse en poco tiempo, debido a que el equipo de gobierno de Cort pretende aprobar una nueva ordenanza de la vía pública que provocará que los artistas callejeros se sientan "acorralados", tal como ellos se consideran.

"Quieren reducir la actuación a un máximo de media hora en el mismo sitio. Es muy poco tiempo y no merece la pena tocar, por lo que dejaremos de venir", augura Pere Antoni Bujosa. Este joven de 19 años, que toca el contrabajo y ultima en el Conservatorio el grado profesional, forma parte del grupo Le Kartoon Band. Suelen ubicarse cerca de la iglesia de Sant Miquel y, los días que van, actúan unas dos horas. "Menos tiempo no sale rentable, porque hay que aparcar, traer el cajón, el contrabajo, etc. y montarlo todo", según explica.

La cantante, Leticia Favasuli, añade que "cambiarse de lugar no es ninguna solución, por las molestias de trasladar el equipo y porque no hay muchos sitios con una buena acústica, gente transitando y por donde paseen los turistas, que son quienes más se detienen a escuchar y a dejar unas monedas". A sus 25 años, combina sus estudios de piano con los bolos del grupo en bares los fines de semana y la música en la vía peatonal. "La calle es motivadora, porque es cercana y los transeúntes eligen si quieren pararse a escuchar", argumenta. Por eso lamenta que la futura normativa municipal no tenga en cuenta "ni a los músicos ni a los paseantes que aprecian este tipo de animación y que tanta vida da a las calles", y cree que a largo plazo será un error.

El repertorio del grupo son una veintena de temas modernos conocidos, pero adaptados a sus instrumentos. El guitarrista de Le Kartoon Band, Kelo Landoni, de 29 años, critica varias de las numerosas prohibiciones de la ordenanza, entre ellas no poder repetir repertorio un mismo día en el mismo sitio –"¿cómo van a controlarlo?"–, no permitir el uso de instrumentos estridentes y ruidosos –"¿quién determina qué tipo de música es molesta?"– o no utilizar amplificadores.

Control policial

Éste no es su caso, aunque sí el del músico que a veces se coloca en Jaume III. Prefiere no dar su nombre, porque "la policía viene cada dos por tres". En más de una ocasión le han dicho que apague el altavoz, "y eso que todavía no está aprobada la normativa". Tampoco quieren hablar otros artistas ubicados habitualmente en Sant Miquel u otras calles del centro, por miedo a los agentes de la autoridad.

En cambio, el cantautor Jesús Santana Barceló, de 37 años, es claro y contundente: "Cuando no tienes un duro y la calle te da honradamente unos euros para pan y leche, pues lo haces, porque así de mal está la situación". Este premiado en Art Jove, que hasta hace poco tiempo trabajaba en el Govern montando exposiciones, ha tenido que tirar ahora de voz y guitarra para ganarse la vida. Ya pagó multas de 2.500 pesetas en los años 90 por tocar y cantar en la vía pública, debido a la llamada ley de mendicidad, y opina que "legislar la calle es ponerle puertas al campo".

Reconoce que "puede que los músicos molesten un poco a los vecinos o comerciantes, pero ellos deben comprender que la crisis está haciendo estragos". Santana se coloca normalmente en Jaume II cerca de comercios que le han dado permiso y le tienen en consideración. "Todos tenemos que ser tolerantes, no debemos entrar en conflicto, y si alguien me dice que me vaya a otro sitio, dependiendo de las formas, lo hago", asegura.

Lamenta que la ordenanza sólo servirá para "acorralar" a los artistas, pese a que "todo el mundo tiene derecho a tocar en la calle". Además, el cantautor se plantea lo mismo que Landoni: "La Policía no puede juzgar si la música es estridente. Lo hará el público y, si no deja monedas, el músico se marchará a buscarse la vida a otra parte".

"Se trata de cultura –destaca Pere Antoni Bujosa–, por lo que la ordenanza desprecia que se haga cultura en la calle e impide que quienes quieran escucharla, lo puedan hacer y aportar algo. Detrás de esto hay muchas horas de estudio, ensayos, inversión e ilusión", concluye.

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