Ni los argumentos de la Universitat de les Illes Balears evitarán que nuestros turistas sigan embarcando en aviones con destino al aeropuerto de Palma de Mallorca, ni la carta de oficialidad que Mateo Isern pretende otorgarle a la denominación foránea conseguirá que el término se imponga en la ciudadanía sobre la más tradicional, la que durante generaciones han utilizado los nativos para referirse a la capital balear, a Palma, a la Ciutat de Mallorca. Sorprende, no obstante, que un alcalde que presume de gestor incluso en sus intervenciones en los plenos de Cort pierda el tiempo en diligencias que no conducen a ninguna parte, que ni siquiera suponen una acción en positivo en favor de la ciudad y que voces autorizadas como el historiador responsable de la Arxiu Municipal o la propia Universitat de les Illes Balears han resuelto hace ya mucho tiempo con argumentos de peso. Pero por si alguien albergaba aún alguna duda al respecto, la autoridad académica ha vuelto a pronunciarse para zarjar el debate, concluyendo que el topónimo Palma de Mallorca resulta inadmisible, empequeñecedor, contrario al Estatut d´Autonomia y contrario también a las reglas de la toponimía tradicional. El PP tiene toda la fuerza de los votos y una amplísima mayoría en Cort para desarrollar las políticas que crea más adecuadas para la ciudad. Convendría que se aplicara a ello sin dilación. Y que en tiempos de crisis, recortes de servicios básicos y subidas de impuestos dolorosas para el ciudadano, intentara aprovechar el presupuesto y el tiempo con eficiencia.