Sin titubear Bárbara Flaquer detalla su DNI: Artà, 1948, interiorista. Estudió en la Escuela Eina en Barcelona. Se vivía la resaca del mayo del 68 sólo que en España, de tapadillo. Empezó Arquitectura y trabajó en una fábrica de muebles pero se enamoró y como tantas españolas de los 70 recogió bártulos y colgó la carrera. Se casó y tuvo tres hijos. "Comprendí que mi trabajo y ver crecer a mis hijos era incompatible. Decidí volver en los noventa pero estaba en la Prehistoria", cuenta. Un master de Arquitectura de mobiliario e interiorismo en Barcelona la volvió a poner en órbita. Desde entonces no ha parado. Junto a su marido, el arquitecto Miquel Malondra, creó Turye, una de las primeras empresas de arquitectura e interiorismo en las que desarrollo y sostenibilidad iban de la mano.

No hace ni un año que junto a cuatro socias, Catín Cañellas, Gemma Bes, Maria del Mar Socías y Dulce, se ha inventado Ametlla +. El producto de la isla pasado por I+D que permite cocinar unos escaldums tradicionales a personas del siglo XXI, entre otros milagros culinarios de la isla, en muy poco tiempo. "Mallorca puede y debe recuperar su economía payesa", sostiene Bàrbara Flaquer.

Al interiorismo le pone los puntos sobre las íes. "Los diseñadores tenemos que aprender de carpinteros, albañiles, cristaleros y herreros porque ellos conocen su oficio. En diseño ha habido mucho advenedizo y eso ha sido lo malo", dispara.

—Del espacio que habitamos a la comida que comemos. ¿Todo es diseño?

—Los caminos del diseño son inmensos. No todo está inventado. Hay que reinventarse y un ejemplo lo proporcionó es el recientemente fallecido Steve Jobs que con MAC le dio la vuelta conceptual a todo. El diseño es una profesión en la que no te puedes dormir en los laureles. De la Bauhaus heredamos, y ahora hay que recordarlo más que nunca, que la función es la forma. En los 80 desapareció esa premisa y fue un error. El diseño es una forma de vida y lo fundamental es que debe hacer más fácil la vida del usuario, y además debe ser estético.

—¿No estaremos exagerando? ¿El diseño no nos somete a cierta tiranía?

—En los años 70 el uso de la palabra diseño estuvo generalizado salvo en España que fue un campo muy minoritario. Posteriormente se generalizó y fue ventajoso y, a la vez, un peligro, porque se acabó llamando diseño a lo que no lo era. Los diseñadores tenemos que aprender de los artesanos, de carpinteros, herreros, albañiles, cristaleros porque ellos conocen el oficio. En diseño ha habido mucho advenedizo.

—¿Habla de Mallorca?

—No me gusta generalizar. Creo que hay buena cultura del diseño en toda España, y también ejemplos notorios de lo que no lo es.

—¿Cómo se lleva el interiorismo en tiempos de bolsillos pequeños?

—Pues lo que dices, ¡de bolsillos pequeños! Más que proyectos de interiorismo se están haciendo pequeñas reformas. Los profesionales que han salido afuera y se han arriesgado son los que ahora están en el mercado mundial; el resto hemos bajado el ritmo.

—¿Se arrepiente de haberse quedado?

—No me suelo arrepentir. Decidí quedarme y para bien o para mal hay que estar.

—En cualquier caso montó una empresa, Turye, pionera en desarrollo y sostenibilidad.

—La montamos mi marido y yo, pero mis proyectos son distintos porque yo he trabajado con otros arquitectos de Mallorca, Sevilla, Barcelona, siempre desde mi especialidad de interiorismo.

—¿Cómo ha sido el tránsito hacia la almendra?

—Es un producto que me fascina. A mi abuela le teníamos que pedir los regalos en octubre, tras la venta de almendra. De ella se aprovechaba todo y sostenía la economía familiar y además hacía mucho paisaje. En enero invitaba a amigos a ver los almendros en flor y organicé en la universidad paseos por rutas poco conocidas.

—De su infancia a Almendra +, un producto premiado por la Fundación Universitat Empresa.

—Hice un proyecto que paseé por todas las consellerias que explotaba las posibilidades de la almendra: desde la cáscara para muebles, para hacer goma, cenizas... Investigamos mucho para darle la vuelta al producto. Gemma y María del Mar querían montar algo y las animé a trabajar la almendra. Gemma es dietista así es que miramos la almendra como condimento en platos dulces y salados y nos preguntamos cómo lo pueden emplear personas con poco tiempo para cocinar recetas mallorquinas. Lo presentamos como condimento en tres versiones distintas y está funcionando muy bien.

¿La clave está en mirar al pasado?

—No, está en mirar al futuro, pero no se pude despreciar el pasado. Lo inteligente es aprovechar el legado dejado por otros. El mundo no está para más gastos desenfrenados sino para pensar en sostenibilidad. Hay que pensar mucho en el medio ambiente.

—¿Mallorca está a tiempo?

—El boom turístico posibilitó lo que somos. No me gusta pensar sólo en el daño que ha hecho porque a la vez también ha procurado mucho bien.

—A su juicio, ¿de qué lado cae la balanza?

—Hay que crecer con inteligencia porque ha habido mucha degradación y construcción desenfrenada.

—¿Cree que el proyecto de "miniciudad", según definición del alcalde de Capdepera, en Canyamel responde a este crecimiento ´con inteligencia´ ?

—No conozco el proyecto pero espero que lo hayan estudiado y deseo que se cuide el paisaje porque Canyamel es precioso. Quiero creer que lo harán bien pero no puedo hablar sin haber visto el proyecto.

—Percibo ciertas suspicacias.

—¡Eso siempre!

—¿El turismo nos ha hecho como somos?

—Gracias al turismo los mallorquines estamos en el mundo.

—¡Creía que el mundo sin los mallorquines no existiría! (es broma) ¿Palma está bien diseñada?

—Tiene zonas. El casco antiguo es uno de los mejores de Europa, pero le sobra la periferia, la Playa de Palma... Todas esas zonas de crecimiento indiscriminado. De todos modos, creo que hay remedio. Habrá que escuchar a la naturaleza. Si la dejas, se recuperará.

—Muy optimista. ¿Apunta con igual ánimo hacia el fin de esta crisis?

—En mi opinión la crisis no sólo es económica sino también conceptual. Hay que cambiar el concepto del sistema de vida. La crisis nos va a poner los pies en la tierra. Quiero pensar que vamos a salir de ello. Cuando escucho la radio, cada mañana, pienso, ´mejor me voy a casa´, pero soy optimista. La crisis es muy seria pero tampoco hay que hundirse en la miseria. Hay que volver a los recursos naturales y estamos en una comunidad donde hay muchísimos. Sólo hay que hacer un buen diseño de estrategias.