Sobre la vida de san Jorge (Sant Jordi) únicamente contemplamos una insinuada silueta que se difumina entre la bruma de los tiempos. La literatura legendaria nos habla de un joven caballero que murió martirizado tras sufrir grandes tormentos en Nicomedia (Capadocia) allá por el año 303. Lo que sí se puede afirmar a ciencia cierta es que en el siglo V su devoción se había popularizado por toda Palestina, Siria, Egipto… extendiéndose, en general, por todo Oriente. Cuando en el siglo VII, el Papa Gregorio el Grande creó la diaconía de san Jorge en Roma, la fama del santo se expandió por Occidente. Según los especialistas, la leyenda que otorga al santo la hazaña de matar a un temible dragón para salvar a una princesa, estaba perfectamente consolidada hacia finales del primer milenio de nuestra era.

Ahora bien, fueron sin duda los cruzados que visitaron Tierra Santa durante los siglos XI y XII los que dieron un impulso decisivo en fomentar la devoción de san Jorge en Occidente. También ese es el motivo por el que tuvo mucha fama entre los caballeros medievales. Inglaterra, que adoptó su insignia como bandera –una cruz roja que campea sobre una bandera blanca–; el reino de Aragón; los Condados Catalanes –cuya cabeza, la Ciudad Condal, también incorporó la divisa del santo a las armas de los condes de Barcelona–; Génova; Portugal; Grecia; o Lituania… fueron territorios que lo adoptaron como patrón, incluso uno de ellos le puso su nombre: Georgia.

La casa real de Barcelona manifestó a lo largo de su historia su devoción al santo militar. Por ejemplo, en 1201, Pedro el Católico, creó la orden militar de Sant Jordi d´Alfama, la cual siguió gozando de los favores de su hijo Jaime I. Entre otras cosas, recibió posesiones en Mallorca, sin ir más lejos el Prat de Sant Jordi debe su nombre a esa orden militar.

Los caballeros de Aragón, Cataluña, Mallorca (también Perpiñán) o Valencia, todos ellos, tuvieron a San Jorge como patrón. Cuando en el siglo XV, la nobleza se agrupó mediante cofradías, todas ellas quisieron ponerse bajo la "invocatió del gloriós Martir e Cavaller Monsenyor Sant Jordi".

En Mallorca, a mediados del siglo XV, los nobles fueron tomando conciencia de los importantes privilegios que tenían concedidos y de la necesidad de defenderlos. Por ello se agruparon alrededor de una institución típicamente medieval: la cofradía. La Confraria de Sant Jordi fue creada mediante un Real Privilegio concedido en 1460 por el rey Juan II de Aragón. Fue el Síndico del Reino de Mallorca, Bartomeu de Verí, el encargado de suplicar a Su Majestad, la autorización para fundar la institución nobiliaria. En la solicitud, Verí sugerió al Rey que la Cofradía de Sant Jordi, podría tener como sede la Lonja de los Genoveses, "la qual molt temps ha no serves a res, per ço com en la dita Ciutat haga una gran Llonge de Mercaders, en la qual tots los Mercaders se ajunten per exercir lur art de mercaderia, e açó fan los genovesos quant son en lo dit Reyne". Y así aceptó el monarca en concederles aquella vetusta Lonja de los Genoveses que ya no se usaba. De todas formas, tan decrépita debía estar esta construcción que en poco tiempo los caballeros optaron por trasladarse al convento de San Francisco de Asís de Palma.

A dicha cofradía podían ingresar todos los Cavallers e Militars, y se regía mediante una Junta. Ésta estaba constituida por dos priores, que solían ser dos caballeros ancianos; un clavario, ocho prohombres y dos Oidores de cuentas. A parte de servir como instrumento corporativo de los caballeros para defender sus intereses, la Confraria de Sant Jordi tenía otras finalidades mucho más visibles. Por ejemplo, se obligaban a constituir anualmente una serie de justas, torneos y estafermos en fechas concretas. Estas manifestaciones caballerescas servían –a parte de una demostración de fuerza y de ser un acto de propaganda de este estamento social– para que los jóvenes se ejercitasen en el manejo de las armas. De estos actos caballerescos, sin duda, el más señalado y solemne era el día de la Fiesta de la Conquista, en que todos los caballeros aparecían en la procesión de l´Estendard montados en sus caballos ataviados con sus mejores armaduras, relucientes y blasonadas con las armas de sus linajes. Este acto, que debió ser muy vistoso, se conocía popularmente como Sa Colcada.

Otro de los objetivos más visibles de la Cofradía era el de tributar al Patrón San Jorge solemnes cultos. Estos actos religiosos tenían lugar, desde el siglo XVI, en la iglesia y convento de San Francisco.

A principios del siglo XVI, sin conocer muy bien los motivos, la Cofradía se encontraba muy decaída. Ante esta situación un grupo de nobles encabezados por Jordi de Santacília, Joanot Riera, Mateu de Togores, Bernat Desjuny, Salvador Sureda, Antoni Gual, Francesc d´Oleza, Pere Palou i Jaume Montanyans, redactaron unos estatutos con veintisiete capítulos, los cuales fueron aprobados por el Gobernador de Mallorca, también noble, Carles de Pomar.

Este nuevo impulso se truncó repentinamente a causa de las convulsiones sociales de las Germanías (1521), y no fue hasta el año 1577 que el Gobernador de Mallorca, Miquel de Montcada, volvió a sancionar los estatutos de la Cofradía con el objetivo de revivir sus actividades. Fueron elegidos priores Ramon de Santmartí y Felip Fuster, mientras que entre sus prohombres aparecen los linajes de los Sureda-Zanglada, Torrella, Rossinyol, Malferit, Gual-Desmur, Cotoner, Valentí-Sestorres o Pax.

Según el genealogista e historiador José Ramis de Ayreflor, la cofradía de Sant Jordi vivió su período más notable allá entre los años 1690 a 1743, momento que coincide con el esplendor de las fiestas y torneos barrocos. A lo largo de su historia se vio aumentado extraordinariamente las listas de individuos pertenecientes a nuevas familias privilegiadas y también a otras de hidalguía notoria residentes en la Part Forana del Reino. La Confradia de Sant Jordí desapareció definitivamente el año 1743. En 1775 se intentó su restauración pero en lugar de esa antigua institución caballeresca y medieval surgió una nueva, más acorde con los tiempos de la Ilustración: La Real Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País.