El camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Lo saben tanto los ciclistas avezados que no temen pedalear entre coches como los subidos a la bicicleta estos dos últimos años gracias al carril bici de las Avenidas. Ahora que Cort ha decidido eliminar el camino más corto entre muchos puntos de la ciudad sin ningún tipo de informe técnico que lo justifique, los 1.500 ciclistas de media diaria que circulaban por las Avenidas tienen que buscar alternativas a la propuesta de la concejalía de Movilidad, ya que es compleja e insegura. O volver a dejar la bicicleta en casa, vistos los peligros que corren.

Los operarios todavía no han suprimido todo el carril bici, sino desde la Porta Sant Antoni hasta la calle Sant Miquel –les queda la parte que va desde esa vía hasta la avenida Portugal–, aunque ha sido suficiente eliminar la mitad para ver el caos que se forma en las vías alternativas, las llamadas ciclocalles.

La experiencia propia, con la ayuda de ciclistas consultados y el exconcejal de Movilidad en la pasada legislatura, José Hila, dan una idea de la situación actual. Comenzamos por la Porta Sant Antoni: para llegar allí había un carril bici en el tramo de tráfico de la calle Sindicat. Como también lo han eliminado, los ciclistas que proceden de las Avenidas o el Eixample tienen que cruzar entre coches y autobuses de la EMT –hay muchas paradas–, ya que es una zona de gran densidad circulatoria. Cuando empieza la ciclocalle, la preferencia teórica es para los ciclistas, aunque en la práctica los otros vehículos copan por completo la calzada.

Siguiente punto: la ciclocalle de Josep Anselm Clavé. Su ligera pero larga pendiente hace que los ciclistas vayan despacio, como es lógico. Por lo tanto, los coches también deben reducir la marcha y se forman largas colas, que se incrementarán en cuanto pase agosto y Palma se vuelva a llenar de vehículos. Por allí circulan los numerosos conductores que van al mercado del Olivar, además de los camiones de reparto.

Otro problema: los cruces para girar a las Avenidas o venir de ellas no tienen semáforos, por lo que los coches no paran y puede que algún ciclista se lleve un buen susto al ver aparecer de pronto un vehículo, como ya ha ocurrido. Cuando los operarios municipales hagan los cambios en la zona de Hacienda, ocurrirá lo mismo, porque en esas calles estrechas apenas hay visibilidad.

Comtat del Rosselló

La plaza Comtat del Rosselló, es decir, la parte trasera del Olivar, tiene varios puntos conflictivos. Uno de ellos es la zona de carga y descarga del mercado, debido a que, cuando los camiones dan marcha atrás, no pueden ver si circula un ciclista por la llamada ciclocalle, ya que no suelen tener ventanas traseras y los espejos retrovisores no son suficientes, como se puede comprobar con facilidad y han criticado varios conductores.

Otro problema se encuentra al finalizar el carril bici de la calle Bastió d´en Zanoguera. Como termina de repente, los ciclistas continúan recto, pero se topan de frente con los vehículos que van hacia el Olivar por Caputxins. Quienes pedalean siguen por el camino más lógico, debido a que desconocen que tienen que girar a la derecha.

En la plaza de España parece que no tendría que pasar nada, pero el nuevo carril bici pintado no es respetado por los peatones, ya que no hay alternativas para cruzar. Más difícil aún lo tienen las personas ciegas, por lo que los ciclistas deben ir esquivando a los viandantes. Y al llegar al tramo circulatorio de Sant Miquel, otra ciclocalle donde los vehículos motorizados tienen preferencia en la práctica por la sencilla ley del más fuerte. Un motivo más para dejar la bici en casa, tras dos años en los que la movilidad de Ciutat empezaba a cambiar.