Los programas electorales son sagrados. Cuando conviene. Las propuestas de campaña se hacen para cumplirlas. Aunque los folletos propagandísticos de todos los partidos políticos están plagados de literatura vacua que fue olvidada al día siguiente de las elecciones.

El caso del carril-bici de las Avenidas es distinto. El ayuntamiento de Palma ha actuado con contundencia contra una infraestructura sencilla, pero, según el PP, culpable de todos los males de la ciudad. Se equivocan. Exactamente igual que erramos los muchos que el 20 de septiembre de 2009 pronosticábamos que este sería el día del gran caos en Palma. No pasó nada. El tráfico en las Avenidas mantuvo su fluidez habitual. Es decir, poca. La implantación del carril especial para bicicletas y la eliminación de uno de los destinados a coches apenas incrementó el tiempo necesario para recorrer la ronda, creada en el lugar antaño ocupado por las murallas renacentistas.

Tampoco nos atreveríamos a decir, como hizo el concejal de Movilidad, Joaquín Rodríguez, que taxis y autobuses "circulan como nunca". Circularon como siempre. Exactamente igual que rodarán cuando dentro de unos meses el carril bici desaparezca de las Avenidas para ocultarse en rutas recónditas o desaparecer en las llamadas ciclocalles, un neologismo que miente más que habla. ¿Por qué pese a la recuperación de un carril más para vehículos se mantendrá el "estrangulamiento y caos circulatorio"? Porque los autobuses seguirán abandonando el suyo y ocupando el de los coches. La razón es sencilla. Las Avenidas están flanqueadas por decenas de árboles. Si se acercan mucho a la acera, los autobuses de la EMT chocan con las ramas. La solución es adentrarse un metro o metro y medio hacia el centro. El carril bici de las Avenidas ha sido condenado por una causa injusta. No roba espacio a nadie. Simplemente ocupa una zona inutilizable por parte de los grandes vehículos. Así de sencillo.

La única solución para que los autobuses se arrimen a la acera es eliminar todos los árboles... aunque mejor no sugerirlo ni en broma. No vayan a incluirlo en un programa electoral.