Las buenas relaciones que supo entablar el regente Felipe con el rey de Aragón, y por otro lado, la protección de que gozaba por parte del Papa, le fortalecieron. Ello explica la rapidez con que se sofocaron los actos de rebeldía del Rosselló y la Cerdanya que capitaneaba Gastó de Foix. Con la ayuda del infante Alfonso y de Ot de Montcada, Felipe entraba el 3 de enero de 1326 victorioso en Perpinyà. Así empezaba un periodo de paz que duraría cerca de diez años. En 1327 murió Jaime II de Aragón, sucediéndole en el trono su hijo Alfonso, futuro suegro de Jaime III de Mallorca. En 1332, el joven rey juró los Privilegios y Franquezas del reino de Mallorca, en el castillo de la Almudaina, ante los principales caballeros de Isla. A finales de 1336 se celebró la boda entre Jaime III y Constanza de Aragón, enlace que, como se ha dicho, había sido pactado años atrás entre el rey de Aragón y el infante Felipe. En 1338 nació su hijo primogénito, Jaime. El monarca y su corte pronto destacaron por su gusto por la ceremonia y el boato. Precisamente fue Jaime III quien ordenó redactar e iluminar dos de los códices más espectaculares de la edad media mallorquina: la compilación de los Privilegios y Franquezas, y las Leyes Palatinas. También creó, a semejanza de otros monarcas de la época, su propia cimera para llevar sobre el yelmo: El Ángel Custodio, patrón del Reino, que portaba entre sus brazos un escudo con las armas de los reyes de Mallorca. Los cronistas destacan la pomposidad de sus apariciones en diferentes ciudades de dentro y fuera de su Corona. Todo parecía indicar que su reinado, siguiendo los pasos de su antecesor Sancho I, se desarrollaría con cierta armonía, pero la repentina muerte de su suegro Alfonso el Benigno y la consecuente subida al trono de su cuñado Pedro el Cerimonioso, abocaría a la frágil corona de Mallorca a un futuro tenebroso y trágico.

El orgullo y el ímpetu que caracterizaba a los dos reyes no tardaron en provocar vivos incidentes entre ellos. El primer desencuentro tuvo lugar durante la ceremonia que tuvo lugar en la capilla real del palacio de Barcelona. Allí Jaime III hubo de rendir homenaje a su cuñado, el rey de Aragón. Éste último, durante el acto, humilló al rey mallorquín delante de toda la corte. Otro incidente grave es el que acaeció en Aviñón, cuando los dos reyes montados en sus corceles se dirigían, en procesión solemne, a ver al Papa. En un momento dado, el caballo de Jaime III se adelantó un poco al de Pedro el Ceremonioso, lo que provocó que el rey de Aragón, colérico, intentase desenvainar la espada para herir al rey de Mallorca. El gesto, aunque no tuvo consecuencias graves, fue observado con asombro por el numeroso público que contemplaba el desfile. Los dos cuñados se detestaban.

Desde un primer momento, Pedro el Ceremonioso quiso reintegrar la corona de Mallorca a la corona de Aragón. Para conseguirlo, lo primero que procuró fue aislar a Jaime III, despojándole de cualquier apoyo del rey de Francia y del rey de Inglaterra. En cuanto a la voz del Papa -cada vez más débil y lejana-, no representaba una amenaza para los intereses del rey Pedro. Este objetivo se consiguió hacia 1341. Una vez aislado, sólo debía encontrar una razón para despojarle de su corona. El Ceremonioso envió a Pere de Cardonets y al notario Jaume Comte, a Perpinyà, con el objetivo de espiar al rey mallorquín. Una vez allí, los espías pudieron comprobar que Jaime III había autorizado acuñar moneda propia en la Cerdanya y en el Rosselló, contraviniendo el pacto de infeudación. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron trágicamente. Pedro de Aragón conminó al rey de Mallorca que se presentase ante él en Barcelona. Jaime III, aunque finalmente se trasladó hasta Barcelona, una vez en la capital catalana, se percató de las versutas intenciones de su cuñado con lo que decidió escapar. Empezaba la guerra de las dos coronas hermanas.

Durante el mes de mayo de 1343, Pedro el Ceremonioso se embarcó junto a sus principales caballeros: Pere de Montcada, Pere de Xèrica, Blasco d´Alagó, Joan d´Arbòrea… y zarparon con una importante flota hacia Mallorca con la intención de tomar posesión del Reino. Tras una breve oposición, el 31 de mayo, el rey de Aragón entraba victorioso en la capital mallorquina. El 22 de junio los diferentes estamentos de Mallorca rindieron homenaje de fidelidad al rey Pedro, y éste proclamaba solemnemente la anexión del reino de Mallorca a la corona de Aragón. El 22 de julio de 1344, se anexionaron también los condados del Rosselló y la Cerdanya.

El destronado rey mallorquín, sintiéndose acorralado, vendió al rey de Francia el señorío de Montpeller. Con el dinero conseguido con la venta, armó un nuevo ejército, con el que zarpó, en compañía de su hijo el infante Jaime, hacia Mallorca con la intención de recuperar el reino insular. Arribó a la bahía de Alcudia el 11 de octubre de 1349. Desembarcó en la bahía de Pollença y, desde allí fue avanzando hacia el sur de la Isla: Pollença, Inca, Sineu…fueron recuperadas. Las tropas dirigidas por Gilabert de Centelles y Riambau de Corbera, los gobernadores de Mallorca y Cerdeña, respectivamente, se dirigieron al encuentro de don Jaime para hacerle frente. Y fue, el 25 de octubre, en los extensos llanos de Llucmajor dónde Jaime III, encabezando una violenta ofensiva, encontró la muerte. Acababa así uno de los capítulos más trágicos de nuestra historia expresados con gran sentir por la escritora Maria A. Salvà: "Quina horror la d´aquell dia,/ noble rei Jaume tercer,/ quan ta sang envermellia/ el terreny llucmajorer!/ […] Del jorn negre la memoria/ en tot temps, oh Llucmajor!/ endolà la teva història/ amb una ombra de tristor…”.