Posiblemente Jaime III sea el más controvertido de los reyes de Mallorca. Su biografía no deja indiferente. La historiografía le ha acusado de haber sido un gobernante temerario, ingenuo, insensato… pero al mismo tiempo nadie niega su valentía, nobleza y tesón a la hora de defender su Corona, convirtiéndole en digno sucesor de la dinastía de los reyes de Mallorca.

El 5 de abril de 1315 nacía en la ciudad de Catania (Sicilia) un niño, de nombre Jaime, hijo de la joven (contaba tan solo con quince años de edad) Isabel de Sabrán, princesa de Morea y del infante Ferran de Mallorca (hijo de Jaime II de Mallorca). El recién nacido fue bautizado en la iglesia de Santa Águeda. La primera de las desgracias, que perseguirían al pequeño príncipe hasta el fin de sus días, se cernió en seguida. Cuando habían pasado treinta y dos días de su venida al mundo, su madre murió. Su padre, el infante Ferran, debía regresar en seguida a Morea, dónde la guerra y la muerte le esperaban. Antes de partir, Ferran de Mallorca encomendó al cronista Ramon Muntaner, buen amigo suyo, el delicado encargo de cruzar el mar y entregar sano y salvo el pequeño Jaime a su abuela paterna, la reina viuda de Mallorca, Esclaramonda de Foix, la cual residía en Perpinyà. En la sala grande del palacio de Catania, el cronista recibió solemnemente al pequeño príncipe. Fueron testigos de la entrega un nutrido grupo de caballeros catalanes, mallorquines y sicilianos. La travesía, no exenta de peligros, finalmente llegó a buen puerto y la reina Esclaramonda pudo hacerse cargo de su único nieto varón. El rey Sancho de Mallorca también recibió con entusiasmo al tierno infante, el cual se había convertido en la única esperanza de supervivencia para su linaje. Por ello, Sancho otorgó a Jaime una generosa pensión para que fuese educado "com a fill de rei, molt honradament".

El pequeño príncipe vivió tranquilamente los primeros años de su vida, alejado de las preocupaciones políticas de sus mayores. Pero esa tranquilidad se vio truncada de repente al morir su tío, el rey Sancho (1324). Jaime contaba tan solo con nueve años de edad. Cuando, siete días después de morir el rey, el pequeño infante escribió a su otro tío, Jaime II de Aragón, comunicándole el doloroso hecho, ya lo hizo intitulándose rey de Mallorca. Y aquí empezaron todos los problemas. Al rey de Aragón, que codiciaba la corona de Mallorca, no le hizo ninguna gracia la intitulación de su sobrino. Enseguida puso en marcha una treta, reivindicando sus derechos monárquicos sobre la corona mallorquina. Cabe decir que la respuesta de los súbditos del rey de Mallorca fue contundente contra las pretensiones del de Aragón. Éste, al ver que sus objetivos anexionistas no saldrían adelante por vía judicial, lo intentó por vía de las armas. Ordenó a su hijo Alfonso (futuro Alfonso el Benigno) invadir el Rosselló y la Cerdanya. El príncipe catalán encontró una dura resistencia en ambos condados, pero finalmente consiguió dominarlos y entró victorioso en Perpinyà, imponiendo la autoridad del rey de Aragón. Sólo la rápida intervención del Papa, y de los tíos de Jaime III, la reina Sancha de Nápoles y el infante y sacerdote, Felipe de Mallorca, evitaron una cruenta guerra entre las dos coronas hermanas.

La decisiva intercesión de Felipe durante el conflicto provocó que el Papa, Juan XXII, plantease a este sacerdote la posibilidad de actuar como regente del joven Jaime III hasta que tuviese la mayoría de edad para gobernar. El imperativo moral y familiar obligaron a Felipe a comprometerse con los de su Casa. La aceptación del cargo tuvo que ser a contrapelo, en cuanto este asceta de sangre real había abandonado el siglo para dedicarse en exclusiva a las cuestiones de Dios. Además, la vía espiritual del infante de Mallorca, era vivida desde postulados extremistas —especialmente los referentes a la pobreza—, postulados surgidos de la rama franciscana de los espirituales, de los cuales Felipe llegaría a ser uno de sus principales representantes. Es importante conocer estas cosas, pues las relaciones entre Felipe y el joven rey de Mallorca nunca fueron buenas, en tanto el tutor obligó al tutelado a llevar una vida muy severa y exigente, una vida más de fraile que de rey. Tanto el Papa como el rey de Aragón más de una vez tuvieron que llamar la atención a Felipe conminándole a no ser tan duro con el joven monarca.

Está tensa relación entre tío y sobrino fue aprovechada por el conde Gastón de Foix, primo de Jaime III, que desde un primer momento había anhelado el puesto de regente. El conde occitano escampó la cizaña por todas las tierras del Rosselló y la Cerdaña, sembrando el desconcierto y el malestar.

A este problema que se gestaba en los territorios continentales de la Corona, había que sumarle la cuestión de los derechos de sucesión monárquicos entre Aragón y Mallorca, que habían quedado aparcados a falta de conseguir una entente final. En 1325, con el fin de solucionar estos problemas, Felipe se trasladó a Cataluña para entrevistarse con Jaime II de Aragón. Allí se trató jurídicamente el tema de la sucesión de la Corona de Mallorca. Zurita, en sus Anales, nos cuenta que Felipe dirigiéndose al rey de Aragón, delante de juristas y caballeros de alta alcurnia, defendió la causa de su sobrino Jaime III, poniéndole como ejemplo el propio caso de Jaime II: "Vos mismo [le dijo Felipe al rey de Aragón] ¿no sucedisteis a vuestro hermano Alfonso cuando murió sin descendencia en virtud de las instrucciones dadas por nuestro abuelo Jaime I? Si se tuviese qupe aplicar vuestra teoría [sobre la corona de Mallorca] vos, ahora no serías rey de Aragón, sino que la ocuparía mi pupilo [Jaime III]". El rey de Aragón no supo rebatir los argumentos de Felipe, con lo que finalmente renunció solemnemente y por escrito a sus pretensiones sobre la corona de Mallorca. Lo hizo el 24 de septiembre de 1325, antes las cortes, en Zaragoza. Como contrapartida, pactó con el regente mallorquín el matrimonio entre Jaime III y Constanza, hija de Alfonso, primogénito de Jaime II de Aragón. (Continuará).