Después de que en 1901 se aprobase el Plan Calvet, Palma se vio en la necesidad –aunque sin llegar a los niveles de otras capitales de provincia– de construir nuevas viviendas obreras. Este hecho estaba motivado por el importante crecimiento poblacional de la ciudad, tanto el natural –disminución de la mortalidad infantil y mayor esperanza de vida– como por el flujo migratorio de la Part Forana hacia la ciudad. Entre los años de aprobación del Plan Calvet y la revisión de 1941, Mallorca no contó con la intervención estatal directa ni tampoco con la iniciativa municipal.

De todas formas, Palma se vio afectada por la Ley de casas baratas, de 1911, una ley que suponía un mayor intervencionismo del Estado, tanto a través de la vía de subvenciones como de las exenciones de impuestos. Hasta los años 40 la construcción de viviendas sociales se canalizó a través de la iniciativa privada, las entidades de ahorro y las cooperativas obreras. Tras la aprobación del Plan Alomar de 1943, llegaron las primeras construcciones de viviendas sociales financiadas directamente por el Estado. Estas actuaciones se articulaban a través del Instituto Nacional de la Vivienda o de la Obra Sindical del Hogar.

Es, por tanto, tras la posguerra, cuando se empezaron a realizar las viviendas protegidas de la Obra Sindical del Hogar. De esta forma se quería dar respuesta a la problemática de las viviendas obreras, al mismo tiempo que los sindicatos aprovechaban para hacer propaganda de la política de la vivienda que llevaba a cabo el régimen franquista.

Es en este contexto donde debemos situar la construcción del conjunto de viviendas Generalísimo Franco, conocidas popularmente como las casas de Corea, ubicadas en el barrio del Camp Redó.

Plan Sindical de la Vivienda

Este grupo de viviendas fue construido por iniciativa de la Obra Sindical del Hogar y, al mismo tiempo, formaba parte del Plan Sindical de la Vivienda de los años 1954-55. Para construir las viviendas se adquirió un solar de 22.000 metros cuadrados. Fue el arquitecto Antonio Roca Cabanelles el encargado de proyectar los 568 pisos. En aquel entonces, Roca –que era hijo del conocido arquitecto Francesc Roca Simó– ocupaba el cargo de arquitecto delegado de la Obra Sindical en Mallorca y, a partir de 1957, se convertiría en el arquitecto de la Obra Sindical del Hogar en Madrid.

Las razones por las que se eligió este solar fueron varias. El coste, la facilidad de construir en él y su buena comunicación con el centro fueron sin duda las de mayor peso. El solar estaba lejos de las zonas más afectadas por la especulación; además, el terreno era plano, lo que evitaba tener que realizar costosos movimientos de tierra; y finalmente el tranvía que unía Establiments con el centro pasaba por allí. Los lectores mayores se acordarán de que en 1954, esta zona todavía conservaba un aspecto bastante rural. De hecho, el solar de estas viviendas pertenecía a los terrenos de la finca de Can Fosser, propiedad que conformó, junto a otras, el Camp Redó.

Según los especialistas, la tipología de estas viviendas responde a las propuestas surgidas del debate europeo de entreguerras que hubo sobre la vivienda social. Después de la Gran Guerra, la innovación en los materiales de construcción, la fuerte oleada migratoria a las ciudades y la crisis obligaron a los arquitectos a industrializar la construcción, a racionalizar en todos los aspectos, a eliminar lo superfluo, al mismo tiempo que se buscaban unas mayores condiciones higiénicas, una mejora de la calidad de vida de sus habitantes, así como un mantenimiento de las viviendas que resultase más económico. Ello explica la ordenación de las viviendas de Corea a partir del modelo de manzana abierta, con bloques aislados –bloques de pisos que por su forma son denominados como "cajas de zapatos"– y paralelos entre sí. Esta disposición permitía una reserva de espacio público abierto de más de la mitad de la superficie total.

Marginalidad

Este lugar, tras el paso de varias décadas, se fue estropeando, llegando a altos niveles de degradación arquitectónica y social, lo que provocó que desde diferentes ámbitos se reclamase la necesidad de intervenir decididamente con la voluntad de mejorar considerablemente la barriada, reduciendo la marginalidad y la exclusión, y desde el punto de vista patrimonial, mantener aquello que tenía validez como propuesta urbana y arquitectónica.

Fue en esta legislatura, en 2008, cuando el ayuntamiento de Palma convocó un concurso de ideas a nivel de anteproyecto con la finalidad de renovar dos bloques de las viviendas. Ganó el concurso la idea presentada con el lema Hiddinck, del arquitecto Joan Cerdà.

Ahora la mejora del barrio ha empezado a ser una realidad, pues esta semana se ha colocado la primera piedra de la reforma, dando el pistoletazo de salida a una rehabilitación anhelada desde hace ya mucho tiempo.