Somos seres de experiencia. Somos seres expectantes. La reciente apertura del nuevo hospital de Son Espases lleva aparejada una curiosidad que se palpa al pie de las paradas de las dos nuevas líneas de autobuses municipales, la 33 y la 34. Los conductores hacen doblete ya que además de conducir acaban siendo los guías de los ciudadanos. Un saco de preguntas viaja desde la acera a la cabina del chófer. "¿Cuánto tiempo tardan? ¿El mismo autobús que me deja en el hospital luego me devuelve a mi destino? ¿Sale desde Son Sardina?". Hay mucha paciencia. Por el momento. Los autobuses de la EMT apenas llevan pasajeros. Hay tiempo para despejar dudas, incluso las de los propios colegas. Uno de ellos no dudó en aprovechar su día libre para subirse en el bus y averiguar de primera mano. "¿Cómo va?", interroga al conductor. "Bien, bien". Escueta respuesta. El número 33 está a punto de encender motores. "La que quiero ver es la 34", suelta el chófer como quien deja caer un pañuelo. Acto seguido se cierran las puertas.

Cinco usuarios viajan hacia el hospital ´de referencia´. Desde Eusebi Estada, el autobús atraviesa parte de las Avenidas, la de Comte de Sallent, y enfila hacia General Riera, de ahí se desvía hacia Sant Vicent de Paül y la emprende en dirección a la carretera de Valldemossa. Sencillito. Tal como avanzó el conductor. Sólo que llegamos a territorio comanche: carretera desviada, coches en fila, operarios, grúas y ese enorme puente en construcción que casi se le mete a uno por la ventanilla. Los cinco permanecen inmutables. Sólo a la llegada de Son Espases regresan las preguntas, éstas ya lanzadas al cliente que tienen al lado. "Me duele la pierna. ¿Es aquí dónde me tengo que bajar?", pregunta una señora apoyada en su muleta. No hay un bata blanca para contestar pertinentemente, pero por si las moscas, aguarda a consultas externas.

Los autobuses que llegan al hospital tienen dos paradas, una en hospitalización y la otra en consultas externas. Si uno quiere hacer turismo o como Julián Llabrés, ser muy precavido, puede montarse al autobús y tomarle el pulso. "Tengo cita la semana que viene con el reumatólogo y he querido venir antes para no perderme", cuenta. Una joven uniformada le sale al paso para darle todo lujo de detalles. Son Espases parece un hotel de cinco estrellas. Con sus azafatas y todo. Un gusto.

Toca cambio. Vamos a por la 34, la que circunda el extrarradio de ciudad y que va desde Son Roca hasta Es Rafal, sólo que a su llegada y salida del hospital se desdobla. Apenas unos minutos de espera y llega el autobús que va desde Son Espases a Es Rafal, con el que se atiende la demanda que pueda haber en el Polígono de Son Castelló. Siete paradas en distintos Gremis. De los tres usuarios, ninguno desciende en territorio de oficios. Nadie se monta. Quizá en días de pruebas, uno pueda aprovechar el paseo y pararse en Bendix porque ´esa pared necesita una mano de pintura´, de paso que podrá contar en la sobremesa que unas señoritas muy amables me han atendido con una sonrisa tan larga como el puente ese que he visto desde la ventanilla del bus. Los tres del Rafal van descendiendo gradualmente en las sucesivas paradas.

Un autobús es un escáner perfecto de la realidad. Si éste además tiene como meta un hospital, el dibujo puede sellarse con tiritas. Eso sí, no tendrá el olor a manzana que tienen las líneas que pasan por barrios con colegios, escolares de barrios humildes, por supuesto.