Luis Forteza Bonnín rompió la cadena. Al trasladar su taller de joyería de la calle Platería a la vecina Colom, en 1885, iniciaba un tránsito que poco a poco sería emulado por muchos más. El biznieto de aquel "hombre emprendedor", que no dudó en viajar a Francia "para estar al día en el oficio", mantiene el local, ahora sólo destinado a venta. Han pasado 125 años, atrás quedan los tiempos en que, aparte de la familia, se juntaban más de seis artesanos. En 1901, el Anuario Industrial de Baleares situaba la joyería Forteza como una de las tres principales industrias de la isla, y, todo indica, que en el siglo XXI es "la más antigua de Palma", comenta Luis Forteza. Hoy viven pegados a otros negocios del mismo ramo. La mayor parte de ellos con linajes de los judíos conversos de Palma, los llamados xuetes, apelativo que Luis Forteza Bonnín desprecia: "No me gusta. Es un insulto, y que ahora algunos lo quieran asimilar es como padecer el síndrome de Estocolmo".

El traslado de Plateria a la calle Colom número 8 –ahora es el número 2– se produjo por la reforma urbanística que abrió la vía y que fue aprovechado por Forteza Bonnín "para abrirse a una nueva clientela". El hijo del fundador de esta saga de joyeros, Mateo, no dudó en hacer maletas para, al igual que su padre, ir a Nimes y París a ver qué hacían los reconocidos joyeros franceses. De Mateo Forteza se recuerda, también, que regaló los clavos del Crist de la Sang. "Mi familia eran apolíticos, pero católicos, tradicionales", subraya el último, por ahora, eslabón de la cadena, a cuento de entrarle a los tiempos de la Guerra Civil. "Sé que mis familia, al igual que muchas otras mallorquinas, entregaron sus joyas para pagar los aviones. Igual hicieron con el oro, pero desconozco si fue una contribución forzosa o voluntaria. Hemos guardado poca documentación. Incluso sé que salieron piezas únicas de esta casa pero nadie en la familia lo sabe a ciencia cierta. No queremos dejar nuestro sello". Quizá por ese código tácito de silencio y cautela que existe entre los joyeros de origen judío. Por eso cuenta con la boca pequeña que entre sus clientes está la Reina Sofía, muy aficionada a las llamadas, "erróneamente", cruces de Calatrava, que son, junto a las perlas naturales, el talismán de la joyería. "La cruz de Santo Domingo o de la Inquisición es muy parecida a la de Calatrava. Lo que la popularizó fue la protección del tribunal del Santo Oficio, lo que es curioso, porque la Inquisición persiguió a los joyeros", cuenta Luis Forteza. Aseguran que a doña Sofía le gusta parar en el negocio porque en él se escucha música clásica. Será porque Luis Forteza Bonnín aúna su genética joyera con su melomanía. Dirige la coral de Alaró. Se sabe que algunas joyas obsequiadas a Michael Douglas han salido de su local.

Una reforma llevada a cabo doce años atrás modificó la faz del negocio, aunque los cambios se produjeron con el paso al nuevo siglo. La familia vivía en la misma finca donde también estaban el taller y el negocio de venta. A Luis le tocó continuar la tradición ante la muerte de dos de sus hermanos. El tercero es artesano y trabaja por cuenta propia. "Lo llevo en la sangre", asegura. Su sucesora podría ser su hija, pero "¿quién lo sabe? Aún es muy pequeña".

Asume con orgullo pertenecer a una saga de joyeros "con una tradición centenaria", y que se distingue, al igual que el resto de colegas, por hacer "joyas delicadas, nada pretenciosas ni recargadas". Así ve él la impronta mallorquina a esta artesanía. No se olvida de citar a su madre, Maria Bonnín, quien "impulsó creativamente el negocio". Su hijo apunta la herencia paterna, el joyero Alberto Bonnín Aguiló, autor de la corona de la Virgen de la Salud.