La suspensión del Plan de Reconversión de la Platja de Palma es el fracaso de la política, porque es contra la tibieza y la falta de altura de miras de los responsables políticos contra quienes los ciudadanos deberían presentar ahora más de mil alegaciones, o guardárselas para las próximas elecciones. Y deberían hacerlo por mirar hacia otro lado cuando los arquitectos y urbanistas del consorcio trabajaban al margen de los vecinos de s´Arenal, como si fueran a levantar una ciudad en un desierto; por aprobar una ley que daba base jurídica a la invertención desconociendo su contenido; por dudar a las primeras de cambio y retroceder cuando vecinos, comerciantes y hoteleros afectados levantaron la voz ante lo que se les venía encima; y por no permitir que un plan que, por los propios tiempos de su tramitación, no iba a tener efecto alguno hasta después de las elecciones, siguiera su curso. Sin fecha para su nueva presentación, este Plan se queda, por ahora, como ejemplo de despilfarro económico sin objetivo, en unos tiempos de crisis en que son infinidad los proyectos que no se realizan por falta de recursos. El fracasado Plan Nájera cuenta con 127 millones de euros para este año, más de lo que cuesta el Palacio de Congresos. Sólo que ya no hay plan ni hay nada. Y ni Antich, ni Barceló, ni Nájera se hacen responsables.