"Evitar que sea un Bronx o un barrio chino. O ambos a la vez". La espina dorsal de El Terreno, la calle Joan Miró, es el filo de la navaja donde vecinos, comerciantes, empresarios de bares y restaurantes se cortan día sí, día también. El epicentro de la degradación se sitúa en la plaza Gomila. El pasado 1 de noviembre, mientras los unos rendían culto a sus muertos, otros dialogaban a botellazo limpio. "Tenemos miedo", aseguran los residentes de un barrio que fue el callejero de algunos pasos literarios. Hoy apenas es un atisbo de aquella arqueología turística de Palma.

"Mafias chinas, de la Europa del Este. Hay de todo y nada bueno", expresa Àngel Doménech, presidente de la asociación de vecinos Bellver-El Terreno. Concede, con todo, que "los problemas se suceden durante el fin de semana y vísperas de fiestas; el resto de días el barrio es tranquilo". "No queremos que se convierta en un Bronx", reitera Doménech.

La arteria porta un nombre que no merece su actual asociación al abandono. Joan Miró cuenta con más de veinte locales after hour, "que no deberían existir y que, pese a exigir más presencia policial, no es suficiente", asegura el representante vecinal. Un desigual paisaje convive en apenas un kilómetro. Desde el hotel de cinco estrellas Gran Meliá Victoria, cuya entrada por Joan Miró mira de frente a locales de escasa elegancia, al restaurante Bahía Club, que no dudó en llevar a cabo una importante reforma pese a tener como vecinos una serie de edificios que se caen a pedazos.

"Creo que Gomila va a volver a ser la de antes. Veo turistas que se hacen fotos debajo de la placa donde pone el nombre. La zona es buena y tiene un pasado que habría que rescatar, pero falta limpieza, seguridad y luz", subraya Juan José Marí, uno de los propietarios del restaurante. En uno de los cristales de su escaparate se ve el impacto de una pedrada. "El turno de policía acaba entre las 5.30 y desde las 6.00 de la mañana y hasta las 8.00 no vuelve a haber vigilancia. Salen de los after, cargados de alcohol y vete a saber qué, y hay mucho gamberrismo", cuenta.

La pequeña calle Germans Schembry, que conduce de la plaza Gomila a la del Mediterráneo, parece haber sufrido una guerra nuclear o un aluvión de lluvia volcánica. Donde Errol Flynn bebió a gusto y Ava Gardner destapó los aromas de la caja de Pandora, hoy se acumula el polvo. El Patio y Don Gomilo son locales cerrados desde hace años. Sólo la oficina de Soltour, del Grupo Piñero, y el Bahía Club deslumbran. Simbiosis entre la degradación y el interiorismo de diseño.

En la plaza Gomila va a haber movimiento. La sucursal bancaria de Ès Credit deja el local. El edificio que alojó el Joe´s ha sido adquirido por una empresa de Manacor para levantar pisos y un comercio en sus bajos. No parece que vayan a correr igual suerte los edificios levantados en pleno boom inmobiliario con ribetes de diseño –degradados y abandonados a su suerte–, en cuyos soportales se ha observado más de un baile de navajas.

Xavier Abraham contempla el barrio con perspectiva, la que le da haber nacido allí y despachar en uno de sus negocios centenarios, aún en pie –la peluquería Picornell, ahora también librería Sagitari–. "La degradación se ha estabilizado ante la permisividad municipal". Él acusa, al igual que los de la asociación de vecinos, en buena medida a Cort. "Joan Miró está abandonada. No hay ordenación ni control. El esplendor se vino abajo cuando los negocios se fueron a sa Llonja. Creo que es un barrio sin votos, sin fuerza cívica. Todos esperábamos mucho de Aina Calvo y ha sido una decepción".

Frente al mirador de El Terreno se sitúa el hotel Feliz, anteriormente llamado Rosemary y vinculado al movimiento gay. Ahora es propiedad de la cadena sueca Maxwell. Susana Terren, jefa de ventas del establecimiento abierto el pasado mes de julio, y vecina del barrio, observa que "tener el oasis del mirador es una suerte", aunque asegura: "Debe de haber una mano suelta, porque no entiendo que haya tanta permisividad con algunos antros". Señala que "el hotel, que no es de gays, va bien".

Muy cerca, la farmacia Adrover, abierta hace más de cuarenta años y regentada por Joan Parera. "He nacido en el barrio y he vivido el esplendor y esta decadencia. Da pena ver tantos locales abandonados y miedo, tantos bares raros abiertos", señala.

El tejido comercial se repliega en una vía enferma, aunque siempre hay quien apuesta por mirar hacia delante. Es el caso de Tito Ontivero, del Kfé, a quien le gustaría que "en Gomila ocurriera lo mismo que en Chueca, donde gracias a los gays se pasó de un barrio degradado a ser una de las mejores zonas de Madrid". Cree que "la mezcla de homosexuales, latinos y góticos es explosiva", aunque él no ha tenido ningún problema. Aclara que "los que montan broncas no son los homosexuales".

Steve Witt tiene una floristería en la calle Joan Miró: "Está muerta", asegura. El R.I.P. es demasiado contundente. La arteria está enferma. Y pide ayuda.