En la plaza d´en Coll son centenarios. Entre la imprenta Alemany, la carnicería Cas Caparrot y la tienda de electricidad y ferretería M. Amengual suman más de tres siglos. No es de extrañar que Maria Antònia Munar –"mal asunto mi nombre, ¿verdad?, Me da mala sombra"–, enhebre las horas a golpe de viruta de humo. Estamos en terreno eléctrico. Su linaje le da cortocircuito a ella, pero son los Amengual los del voltaje.

"Los Puigcercós fueron los primeros instaladores de Palma, después los Amengual, con mi abuelo Martí al frente", cuenta Maria Antònia sin alharacas, sin más, como quien registra lo cotidiano. Aquellos Amengual electricistas siempre estuvieron en el barrio, en las inmediaciones de la plaza d´en Coll. De hecho, el abuelo estuvo en la primera planta del edificio donde hoy está la imprenta Alemany. Y ella, la nieta, nació al lado. "¡Hay cosas que no cambiarán nunca! Por ejemplo, nunca quitarán ese banco donde siempre, siempre, se han sentado los drogatas. Luego, ¡ves la fuente!, podrían ponerle, yo qué sé, unas plantitas, daría otro entorno a una plaza que es casi perfecta", aprecia la propietaria de la Eléctrica y Ferretería Amengual. "La d´en Coll es una plaza donde no hace ni frío ni calor, está abierta y cerrada, recibe el sol y tiene buen sonido... Está muy bien, pero llega Navidad y ponen cuatro luces de nada", se queja hasta apurar su purito. ¿Quieres uno?, ofrece.

Los Amengual fueron los primeros en iluminar las fiestas navideñas en Palma. Es lógico que a su descendiente le salten chispas si la plaza que les da carta de naturaleza viva a media luz.

Pero no es la oscuridad de calles lo que le revienta. Son asuntos intramuros, desgracias que a todos sacuden, cruces de cables que pueden provocar cortocircuitos. En fin, que mejor no ponerse eléctrico.

Los Amengual iluminaron noches de estreno en los teatros de Palma como atestigua Maria Antònia Munar. "Mis antepasados también fueron los instaladores eléctricos de las iglesias de la ciudad", cuenta.

El negocio pasó después a Baltasar Amengual, hermano de su madre. Ella lleva desde 1982. Decidió montar en otro local de la plaza, no muy lejos, una cafetería. "Llevaba los dos negocios a la vez: café y bombillas. ¿Qué te parece? Pero mi marido ya no está y no quiero seguir llevando el bar".

Maria Antònia Munar es una institución en la plaza y en las calles adyacentes. Todos la conocen. Para bien o para mal de ella. Algunos se paran a comprar en aquel batiburillo desordenado –"¿no sabes que a la gente le encanta descubrir cosas?"– lanza con un expresivo guiño de ojo, que tiene un fuerte olor a tabaco, donde puedes hacerte con bombillas que sólo iluminan casas rancias o apartamentos de los fieles de los vintage. Una lámpara de Micky Mouse te cuesta 20 euros. Ella cierra el negocio según le da. No pasa nada si afuera quedan cajas y cajas. Ella cuenta que se le va la vida "trabajando" en un restaurante en s´Arenal, en la inmobiliaria y en la eléctrica. Sus hijos gemelos estudian. "¡Tendría que escribir una novela!", asegura. Sería de alto voltaje, seguro.