La estampa molinera de es Jonquet ha sido pintada por algunos de los mejores, Antoni Fuster, Antoni Ribas, Erwin Hubert, entre otros. Hoy se les caería la paleta del susto. Dos de ellos se vienen abajo, y en uno, se cobijan los indigentes como Alfonso Gutiérrez y el checo Lubomir, el uno desplazado de sus trabajos en el puerto pesquero, y el otro, despojado de la construcción y de sus papeles. Asegura que se los robaron. En la que fue la mejor pista de baile de la ciudad, Abraxa´s, huele a aceite recalentado, a gato muerto y a miseria. Apuran un cigarro liado contemplando uno de los rincones marineros más bellos de la bahía de Palma y escuchando música en un casette de antediluviana generación.

Los vecinos de esta zona batieron palmas cuando el año pasado el Consell de Mallorca declaró el barrio Bien de Interés Cultural. La medida puede paralizar planes de construcción de un aparcamiento, un centro y viviendas de lujo que guarda la empresa Acciona, actual propietaria del solar del Mar i Terra, vecino de un antiguo hotel, un mamotreto que rompe la mirada horizontal y la llena de puro hormigón. "Los vecinos dijimos que no queremos que construyan en el único talud de Palma que queda. Por eso, estamos pendientes de la redacción del Plan Especial de Reforma Interior. Desde el Ayuntamiento y el PSM nos han apoyado en nuestras reivindicaciones", señala Toni Sorell, vecino y portavoz de la Asociación vecinal del Jonquet. "¡Otra cosa será si cambia el equipo de gobierno!", añade Sorell. Hay que recordar que el PERI que ahora se quiere modificar fue aprobado por el Partido Popular en el 2003.

Los alumnos de una universidad inglesa han elegido el estudio de es Jonquet como proyecto de fin de carrera. Hoy van a hablar con los vecinos que a su vez están planteando acciones de participación para definir qué barrio quieren. Lo que está claro es que "esa herencia de Kursach", como expresa Sorell, no es bien recibida por ninguno de ellos. Quieren que se respete la tipología del barrio con casas de planta baja y dos alturas que dan prestancia a uno de los tesoros escondidos de una ciudad que vive de espaldas a su patrimonio. Los papeles guardan la memoria de aquel desbroce de calles que acabaron partiéndolas o ampliándolas sin sentido. ¿Se pueden comprar las calles?, se preguntaron los vecinos.

Desde Sant Magí se podría ver el mar. Ahora está a punto de inaugurarse el teatro Mar i Terra, recuperado por Cort, mientras el Museu del Molí, llamado den Garleta, restaurado en 2003, no ha abierto sus puertas hasta el pasado mes de mayo. Sólo los martes y jueves se puede visitar y apenas unas horas. ¿Para qué se gastaron tanto dinero si después no se dota de personal que de uso social al edificio?

El ingeniero Miquel Àngel Llauger tiene una pequeña calle cerca de la plaza del Vapor. En un principio, la familia se sorprendió de la elección municipal, aunque rescatando la memoria convinieron que era idóneo. Al hombre bueno e inteligente que fue Llauger le hubiera gustado porque estaba junto al mar que tanto amó, porque a sus pies están los jardines de Santo Domingo de la Calzada, patrón de los ingenieros y, sobre todo, porque él luchó, junto al vicario de sant Magí y actual canónigo de la Catedral, Llorenç Tous, por mantener la idiosincrasia del lugar, porque sus vecinos tuvieran casa dignas. Ahora hay quien vive entre ratas.