"El urbanismo no es un camino de rosas". Lo sabe bien quien lo recuerda, el arquitecto y premio Nacional de Urbanismo Carles Llop, participante en las pasadas Jornadas sobre Ordenación del Territorio, organizadas por el Col·legi d´Arquitectes y el de Ingenieros. Frente a la habitual disputa entre técnicos, políticos y sociedad, Llop no alberga dudas de la prioridad: "El urbanismo tiene que crear paz social". ¿Entramos en el terreno de la utopía? De ninguna manera. Entramos en el territorio del "sentido común", el que aplica en su discurso y en la práctica de su oficio este arquitecto catalán. "Para alcanzar esta paz social, que atiende tanto a intereses privados como públicos, ha de cumplir la regla de las tres C: concertación analítica, ponernos de acuerdo en ver los problemas y ver las oportunidades; consenso: un proyecto es bueno cuando lo logra, y concentración en la gestión y en los cambios". Para muestra un botón: "En Palma muchos no querían el carril bici ni los ejes cívicos. Quizá ahora vean las oportunidades. ¿Por qué crees que un proyecto como el de la serra de Tramunatana genera tantas adhesiones? Porque forma parte de nosotros".

Es esencial en su oratoria la persona. Es la prioridad de quien sabe que tras cada línea hay un sesgo de emoción humana. "Creo que en el sector político y técnico hemos menospreciado al ciudadano. La mejor participación es la que se fundamenta en un buen conocimiento compartido. No se trata de tomar decisiones sino de generar precisiones. La participación es fomentar procesos que ayuden a tomar decisiones. Lo peor es la fragmentación y la desconfianza social".

Su discurrir no da palos de ciego. Está sujeto a la realidad. La la llamada fachada marítima recibe la primera pedrada en toda la frente: "La fachada marítima podría ser, pero en realidad es una autopista. Palma tiene un hecho distinto a otras ciudades, su llegada al mar que provocaba una relación con los barcos. No necesitaba una calle pero en los años 60 se hizo una autopista". A su juicio, "pensar en clave de peatón evita que tengamos ideas confusas. Es un derecho universal de las personas poder moverse libremente. En lugar de autopista, yo veo una gran alfombra tanto en sentido longitudinal, desde Cala Major hasta s´Arenal como transversal, que las calles lleguen al mar como ya sucedía con Es Born, que alcanzaba la Riba".

En ese tejido alfombrado, el profesor de la Politécnica de Cataluña da "prioridad a las actividades sociales, lúdicas, económicas".

En cuanto al traído y llevado soterramiento frente al Parc de la Mar, Llop matiza: "La pregunta no es soterrar o segregar sino qué atributos funcionales se dan al espacio, y eso es una cuestión de gestión de la movilidad. Creo que es importante que el lago del Parc de la Mar se comunique con el mar por debajo, abriendo una lámina de agua y por esta obertura derivar el paseo. Éste tiene sentido si permite situaciones diversas, no la actual autopista". Él vindica "una via maris para Palma"

Otra crítica la lanza a las dos ruedas. "Veo confuso el carril bici frente al puerto. No es buena la segregación. Priorizamos demasiado las bicicletas frente a las personas que son peatones. Somos todos".

Conoce el Torrent Gros al dedillo. Lo ha trabajado con sus alumnos. Ve "posible" recuperarlo como "cuña verde y territorio fluvial que pondría en valor el patrimonio de los molinos y articularía los barrios y los crecimientos discontinuos de las carreteras". En definitiva, "es una gran puerta que volvería a revalorizar la ciudad en su territorio".

El diagnóstico de Palma es favorable: "Tiene atributo de ciudad, es un buen lugar, tiene buen clima, buena arquitectura, paisajes rurales espléndidos y una trastienda escénica, el mar y la sierra, espectaculares".