Desde el año 2008 se han prodigado toda una serie de libros y trabajos conmemorativos de la Guerra de la Independencia (1808-1814). Por ejemplo, El asedio de Arturo Pérez-Reverte ha sido una de las lecturas de este verano. Leyendo esta magnífica novela histórica, uno no puede dejar de pensar en algunos de los mallorquines que fueron protagonistas de este importante episodio de la historia de España. En esta época no fueron pocos los españoles que anhelaron un estado moderno e ilustrado.

En Palma nacieron una serie de personajes que creyeron y trabajaron para relanzar una España que pudiese volver a ocupar un lugar preeminente. Felipe Bauzá Cañas fue uno de estos. Había nacido en 1764 cerca de la plaza del Banc de s´Oli. Procedente de una familia humilde sus padres consiguieron que ingresase en la Academia de Pilotos de la Marina, en Cartagena. Allí sus resultados académicos fueron brillantes. Ingresó en la Real Armada y pronto tuvo ocasión de enfrentarse a los ingleses. En 1783 navegó bajo las órdenes del entonces teniente de navío Federico Gravina y Nápoli —que llegaría a ser Capitán general de la Real Armada, encontrando la muerte en la batalla de Trafalgar—. La carrera de Bauzá dio un giro inesperado cuando embarcó bajo las órdenes del brigadier Vicente Tofiño de San Miguel que dirigía la misión de levantar un atlas de las costas de España. Fruto de esa expedición, en 1787 se publicó el Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo, trabajo en el que participó directamente Felipe Bauzá. Tofiño debió apreciar la labor del palmesano, pues quiso que siguiese trabajando con él para acabar un atlas que describiría toda la costa española. En 1787, Bauzá fue nombrado profesor de Fortificación y Dibujo en la Academia de Guardiamarinas, en Cádiz. En 1789 fue ascendido a alférez de fragata. Ese mismo año se embarcó a bordo de la Descubierta, una corbeta que formaba parte de la histórica expedición de Alejandro Malaspina (1789-1794), última y más ambiciosa de las que había organizado la Corona, S.M. Carlos III aprobó el proyecto dos meses antes de morir.

Estos viajes científicos tenían como misión incrementar el conocimiento sobre las ciencias naturales, realizar observaciones astronómicas o construir cartas hidrográficas para las regiones más remotas de América. El geógrafo Climent Picornell explica que se insistió en que fuese Bauzá el encargado de la elaboración cartográfica de la expedición y que gracias a esa labor el mallorquín pasó a los anales de la Cartografía. Durante el viaje se bautizó una isla de Nueva Zelanda con su apellido: isla Bauzá, hoy también conocida como isla de los Mosquitos. Al finalizar la expedición fue ascendido a teniente de fragata. En 1796 volvió a enfrentarse a los ingleses a bordo de la fragata Mahonesa. Fue hecho prisionero, llevado a Gibraltar para luego ser liberado en Cádiz. Un año más tarde, José Espinosa y Tello, director de la Dirección Hidrográfica, le propuso como segundo director del Departamento de Publicaciones y Biblioteca. En Madrid pudo profundizar en los círculos intelectuales y políticos. En 1807 ingresó en la Real Academia de la Historia. En su discurso de ingreso pudo insinuar su visión política y su anhelo por contemplar algún día una España moderna.

Cuando se produjo la invasión francesa, Bauzá estaba realizando un mapa de la frontera franco-española. El mallorquín fue apresado, pero reaccionó rápido y consiguió escapar, trasladando los fondos documentales del Depósito Hidrográfico de Madrid a Cádiz, evitando así que las tropas napoleónicas se hiciesen con la información cartográfica, la mayoría catalogada como de secreto militar.

Durante la Guerra, en 1813, el Gobierno Constitucionalista le encargó el diseño de una nueva división territorial de España, proyecto sobre el que se tenía que cimentar la reforma administrativa y fiscal del nuevo estado liberal. El proyecto presentado por Bauzá —que dividía España en 44 provincias— no se pudo aplicar debido al regreso del absolutismo restaurado por Fernando VII. Tras ganar la Guerra a los franceses, en 1815, fue nombrado director de la Dirección de Hidrografía. En 1822, Felipe Bauzá fue elegido diputado en Cortes por Mallorca. El palmesano fue uno de los diputados que en 1823, votó el impedimento moral del rey. Este gesto le costaría caro, ya que por este motivo, en 1826, fueron confiscados todos sus bienes y condenado a muerte. Tuvo tiempo de refugiarse en Gibraltar, su antigua prisión, para desde allí embarcarse a Londres, dónde se exilió. Allí fue acogido con los brazos abiertos por el mundo académico-científico inglés. Fue socio de la Royal Society of London y de la Royal Geographical Society. Muy preciada fue la información y ayuda que Bauzá prestó al capitán Fitzroy y al científico Humboldt, integrantes de la futura expedición del Beagle (1831-1836) en la que también participaría el naturalista, Charles Darwin.

Murió en Londres en 1834, poco tiempo después de recibir la amnistía de la reina María Cristina. Fue enterrado con todos los honores en la Abadía de Westminster y en la British Library de Londres se conserva parte de su legado bajo el nombre de Bauza Collection. En sus obituarios se le definió como uno de los españoles más sabios del siglo XIX. Tras su muerte el Ayuntamiento de Palma lo proclamó hijo ilustre de Mallorca.