Hace unas semanas la primera dama Michelle Obama y su hija visitaron a los Reyes en el Palacio de Marivent. Durante el encuentro se intercambiaron una serie de regalos. Uno de los que recibió la esposa del presidente de Estados Unidos fue una cruz de plata mallorquina, joya que popularmente suele llamarse "cruz de Calatrava", denominación que, como se verá a continuación, es errónea.

A pesar que la historia de la joyería mallorquina ha sido un tema marginado por la historiografía local, los estudios iniciados por D. Bartomeu Mulet (e.p.d.) o la incursión más reciente de Elvira González y Magdalena Riera, han permitido vislumbrar algunas de las trazas generales de la evolución histórica de la joyería en Mallorca.

Sabemos que durante los siglos medievales del XIII y del XIV los jurados de la ciudad y reino de Mallorca publicaron reiteradas proclamas contra el lujo, por lo que ostentar joyas debía estar mal visto. De los inventarios notariales de finales de la Edad Media se transciende que esta tendencia fue cambiando y los objetos de lujo fueron apareciendo en la vida cotidiana de casi todas las capas sociales de la época. El medievalista Jaume Sastre afirma que no eran pocas "las personas de un nivel bajo y medio que poseían anillos de oro o plata con piedras preciosas encastadas, collares de perlas o coral, sellos u otras joyas".

Fue en siglo XVII cuando se empezaron a usar las cruces y veneras realizadas en oro o plata, que se exhibían colgadas en las solapas o en el cuello. Recordemos que tanto las cofradías religiosas como las órdenes militares conocieron durante el seiscientos un impulso importante, lo que provocó que, tanto los cofrades como, sobretodo, los caballeros de las ordenes militares, ostentasen sus insignias y emblemas ricamente realizados. Las dos cruces que más se popularizaron en esa época fueron dos: la cruz de Malta –propia de los caballeros de esta antiquísima orden– y la cruz de la orden dominica estrechamente relacionada con el Santo Oficio, por ser estos frailes los que solían ocupar los cargos inquisitoriales.

La orden de San Juan de Malta, presente desde el siglo XIII en la isla, gozaba de gran popularidad entre la nobleza isleña. No es gratuito que este Reino haya dado tres grandes maestres a la ínclita Orden, los tres, precisamente, nacidos en el siglo XVII. Los caballeros cruzados en esta institución de abolengo comenzaron a portar colgadas veneras y cruces blancas de ocho puntas –es decir, la cruz de Malta–. Al mismo tiempo, los caballeros que ingresaban en alguna orden religioso-militar –tanto la internacional de Malta, como las españolas de Santiago, Calatrava, Alcántara o Montesa– dejaban de estar bajo la jurisdicción civil y pasaban a tener el privilegio de estar bajo la jurisdicción del Santo Oficio. Se puede comprender que permanecer inmune a la Real Audiencia durante el seiscientos, el siglo en que los enfrentamientos entre banderías –integradas éstas por no pocos caballeros de órdenes religioso-militares– fueron especialmente violentos, no era asunto baladí. Poniéndose a la vista la cruz de los dominicos se daba a entender que se gozaba de ciertos privilegios jurisdiccionales. Lo mismo pasaba con la cruz de Malta. Pronto se expandió el uso de estas joyas simbólicas, que del caballero pasaron a los familiares de éste, especialmente entre las mujeres. Se han conservado algunos retratos femeninos de madres e hijas de caballeros con la cruz de Malta, bien en forma de colgante de un collar de perlas; bien colgando de un "cordoncillo"; bien como broche. La ostentación de este tipo de joyas por parte de las damas mallorquinas propició su rápida popularización en toda la isla. A modo de ejemplo se pueden citar las capas que portan las "Águilas" de Pollença durante las fiestas del Corpus. En ellas se pueden observar las cruces de Malta y de los dominicos. Lo mismo pasa en algunos ex votos en que aparecen joyas de mallorquines anónimos.

El momento más álgido en el uso de estas cruces fue el siglo XVIII. En el siglo XX la cruz de Malta quedó en desuso, en cambio la del Santo Oficio se mantuvo y se convirtió en una joya de producción industrial lo que propició todavía más su popularización, sobretodo en forma de collar y pulsera.

Se desconoce por qué se le llama de Calatrava, aunque no es aventurado pensar en dos posibles motivos, los cuales no serían incompatibles el uno con el otro. Por un lado se podrían haber confundido ambas (recordemos que la de Calatrava es cruz griega floronada, es decir, con los brazos de la cruz acabados en forma de flor de lis y que, a primera vista, puede guardar cierta semejanza a la de los dominicos que se representa con una cruz flechada, es decir, con los brazos de la cruz acabados en flecha). La cruz de Calatrava sí suele aparecer en las puertas de las casas tradicionales mallorquinas, como decoración de los pomos de latón. El otro motivo sería simplemente cambiar el nombre de la cruz del Santo Oficio por el de Calatrava por mera cuestión estética.