Dura descripción de la autentica realidad, una noche cualquiera en el epicentro de la zona emblemática del turismo de Mallorca. A fuerza de oír hablar sobre los numerosos proyectos en marcha para revitalizar la Platja de Palma, que de momento sólo son palabras, nos podemos llegar a olvidar del día a día que allí viven turistas, residentes y trabajadores. Que no es tan bonito como encargar estudios y derribar hoteles obsoletos sobre plano, y luego no ejecutar nada porque estamos en crisis.

No me creo que no se pueda actuar de algún modo para mantener un poco mejor el equilibrio y la seguridad en una zona que años atrás fue el destino ansiado de muchos visitantes, básicamente alemanes. La calle del Jamón, igual que la de la Cerveza, es una marca que se debería cuidar como un lugar simpático y fiable. En lugar de eso se ha transformado en una pesadilla para los residentes, obligados a gastarse el dinero que nos les sobra en atrincherarse en sus hogares, y de los usuarios, que acaban sus vacaciones con denuncias en la comisaría. Los vendedores ambulantes y las prostitutas, que también sufren la recesión, han encontrado su filón precisamente en la industria principal de esta ciudad, el turismo, que es tan sensible a la mala fama. La que antes no tenía y pronto sí tendrá la calle del Jamón.