La familia Armadans figura escrita con letras de sangre en la historia popular de Mallorca. Su linaje perdura en la barriada residencial a los pies de Bellver y en lo que queda de la antigua possessió: una curiosa torre cuadrada a la que se añadió otra más pequeña de forma circular y más alta.

Pero el nombre de los Armadans quedó ligado al acervo popular a consecuencia de sus enfrentamientos con los Espanyols y los Pacs. El episodio más conocido es el ocurrido el día de difuntos de 1490 en el convento de Sant Francesc. Los desencuentros, según un cronista anónimo dado a conocer por Alvaro Campaner, habían comenzado durante el carnaval de 1489. Una criada de Perot Espanyol echó agua, según era costumbre en estas fechas, sobre Jaume Armadans. El irritado caballero subió a la casa y azotó a la muchacha en presencia de la señora. El dueño se sintió tan ofendido que preparó una venganza en forma de asalto a la casa de Armadans.

Pese a la intervención de la judicatura, el rescoldo de la discordia entre ambas familias se mantuvo hasta el estallido del día de difuntos de 1490. Bastó un simple empujón para que "en un punt vere ja en la iglesia passadas de 300 espases tiradas, pegantse los uns á los altres". Los frailes tuvieron que sacar el Santísimo en procesión para que se detuviera la sangría. Al parecer no hubo muertos, pero sí bastantes heridos y un juicio con severas condenas, que luego fueron rebajadas por el Rey.

La familia de los Armadans se extinguió a finales del siglo XVI. Una leyenda atribuye la desaparición a un hecho dramático. Sólo quedaban dos niños huérfanos –otras versiones hablan de uno solo– de la rama familiar. Ellos debían garantizar la supervivencia de la estirpe. Sin embargo, un esclavo pagado por los ancestrales enemigos los arrojó desde lo alto de la torre de Son Armadans. El asesino fue sometido a grandes tormentos antes de sufrir muerte por descuartizamiento.

Los historiadores no otorgan veracidad a la leyenda. Pero si el plan urdido por las casas rivales no fue el infanticidio, bien pudo ser la fábula negra sobre la forma en que la familia Armadans desapareció de la faz de Mallorca.

La torre de Son Armadans sigue en pie como testigo de una familia que sufrió los avatares de las disputas por el poder entre los nobles palmesanos del siglo XV.