Las críticas de los empresarios y comerciantes del Paseo Marítimo no van dirigidas sólo contra el consumo de alcohol en la vía pública. El grueso de sus protestas van encaminadas a tratar de erradicar algunos actos vandálicos que se han convertido en una suerte de tradición. Uno de los más llamativos, denuncian, es una particular versión del tiro al blanco. "Todas las noches arrojan botellas vacías contra los cascos de los barcos amarrados en el muelle", se quejan.

De acuerdo con las denuncias de los comerciantes, esta práctica sólo constituye el más llamativo de los actos de gamberrismo que acarrea el fenómeno del botellón. La suciedad es el elemento más característico. De hecho, pese a la proliferación de papeleras, muchas de ellas se encuentran vacías mientras las bolsas de plástico y las botellas pululan por doquier.

"La limpieza se hace con nuestros impuestos. Y se destina una partida especial para la limpieza del botellón. Se inyecta agua a presión para tratar de reparar el daño causado", explica el empresario Jesús Moncada. Otro problema adicional es la falta de higiene. "En el Marítimo no hay urinarios. Después de beber, los jóvenes orinan entre los coches", denuncian.