El botellón del Paseo Marítimo se ha convertido en un elemento globalizador. Los estratos sociales, las nacionalidades y los estudios quedan de lado. En cuestión de unos pocos metros, estas diferencias se salvan en torno a unas botellas de alcohol y los consiguientes refrescos.

Basta deambular unos pocos metros para encontrarse con un público heterogéneo. Así, estudiantes de ESO consumen bebidas alcohólicas a escasos metros de alumnos de Arquitectura de la UIB. El contraste se agudiza más aún al toparse con estudiantes alemanas de Erasmus que beben cerca de trabajadores colombianos radicados en Palma.

A medida que se aproxima la medianoche, el Paseo Marítimo se empieza a poblar de jóvenes provistos de bolsas de plástico. No resulta difícil adivinar el contenido: alcohol con botellas de refresco.

Amanda, Deborah, Sergio, Elena y Yolanda han escogido el muelle de las golondrinas para hacer el botellón. "Sale más económico que irse a las discotecas. Además, estamos en crisis", se justifica Sergio. Vodka y Red Bull es la mezcla elegida para pasar la noche.

Anne, Sabine e Ilka se encuentran a unos 50 metros de distancia. Son estudiantes de Erasmus en Palma. Anne se deshace en parabienes hacia las supuestas excelencias del botellón. "Aquí conoces mucha gente. En Alemania no podemos hacerlo por culpa del frío", señala. Sangría y Martini con Sprite son las bebidas que han elegido. Las tres jóvenes estudiantes germanas aseguran que en cuanto apuren sus vasos se mudarán a los locales de copas que se encuentran al otro lado del Paseo Marítimo.

Justo al lado, Marc, Antonio, Cristina y Sergio se definen como incondicionales del botellón. "Esto es como una casa. Todos los findes venimos aquí", aseguran al unísono. Marc trabaja como albañil y Antonio es cocinero. Cristina, por su parte, está celebrando que acaba de aprobar la prueba teórica del carné de conducir.

En otro punto del Paseo Marítimo se encuentran Vicky, Marina, Joaquín y Manolo, cuatro estudiantes de Arquitectura de la UIB.

La diferencia de estudios no es óbice para que coincidan punto por punto en alabar el botellón. "Inconvenientes tiene muy pocos", destacan. Al igual que sus convecinas alemanas y los estudiantes de ESO, resaltan que lo importante del botellón es "es el ambiente que se crea. También es más barato".

La basura empieza a abundar en el suelo. Paradójicamente, los numerosos cubos están semivacíos. La mayoría de los usuarios del botellón aseguran recoger los vasos y las botellas al acabar. El paisaje que se perfila en el Paseo Marítimo contradice su versión.

Los taxis devuelven a su casa a muchos de los practicantes del botellón. "Hace una semana llevé a una chica con coma etílico", afirma Rafael, taxista habitual del Marítimo.