A principios del siglo XX, Vicenç Furió contaba que si uno se encontraba con una de esas grandes paredes de las casas señoriales de Palma, llenas de cuadros, y entre ellos sobresalía uno por sus colores, por su destreza en el dibujo, por su pincelada segura, enseguida se atribuía al artista Guillem Mesquida. Si el cuadro en cuestión presentaba un paisaje que superaba a los demás, por la luminosidad del cielo y por la delicadeza de tonos, sonaba enseguida el nombre del pintor Gabriel Femenia. Ahora bien, si en vez de cuadros el objeto que destacaba era una talla religiosa o un mueble con fina ornamentación no se dudaba en atribuir la autoría al escultor catalán Adrià Ferran, conocido popularmente como l´Adrià.

Este comentario no es más que una muestra de la buena reputación que tuvieron, y siguen manteniendo, las obras de Adrià Ferran, no sólo en Palma, sino en toda la Isla. Nuestro protagonista nació en Cataluña —y no en Valencia como a veces se ha dicho— concretamente en Vilafranca del Penedés, en el año 1774. Hijo de Josep y Teresa Vallès, matrimonio que servía en casa del barón de la Barra. Tras el comienzo de la Guerra de la Independencia, la isla de Mallorca fue de los pocos lugares de España en que no llegaron los soldados de Napoleón. Esta situación provocó que muchos peninsulares buscasen refugio en Palma. Provenían de muchos puntos de la Península, pero sobre todo llegaban de Cataluña. Tanto fue así que el año de mayor flujo migratorio era recordado como "l´any dels catalans". La llegada de l´Adrià a Palma debe enmarcarse en ese momento histórico, seguramente durante el año 1808.

Tras llegar de Barcelona, nuestro protagonista, junto a dos hijos suyos —uno de ellos trabajó como miniaturista— abrió en un primer momento un taller en la plaza del Carme. Más tarde se mudó a la calle de Moliners, en la esquina derecha entrando por la calle Sant Miquel. Nada más llegar empezó a tener encargos. Cuenta Furió que l´Adrià era un hombre de pocos amigos, el seu trato era bastant esquerp. Eso sí, de buenas costumbres, muy trabajador, y muy exigente con sus empleados y con su trabajo. Sólo los más jóvenes aguantaron la presión bajo sus órdenes y así se forjó un grupo de discípulos fadrins entre los que destacarían Josep Lladó o Miquel Borràs. L´Adrià tuvo como a uno de los principales clientes a la Iglesia. De hecho, los primeros trabajos que realizó el catalán fueron encargos de la Cartuja de Valldemossa y de la parroquia de Sant Jaume de Palma. Para los monjes cartujos realizó entre otras esculturas un espléndido San Bruno, que desde 1840 se conserva en la Catedral —las que hay actualmente en Valldemossa son copias de Llinàs). Esta escultura fue elogiada incluso por la escritora de marcadas ideas antirreligiosas George Sand, en su famoso libro Un invierno en Mallorca. En Sant Jaume realizó la Mare de Déu d´Agost, con su lecho, la misma que podemos ver cada quince de agosto expuesta en la parte central de la iglesia. También realizó la capilla de la Purísima y los dos grandes candeleros de siete brazos que todavía hoy se conservan en el templo. Después trabajó en otras iglesias, como por ejemplo en la parroquia de San Nicolás, concretamente en la capilla de San José, la tercera entrando por el portal mayor en el lado de la Epístola; o en la iglesia de San Cayetano, la capilla de San Fausto, obra encargada por Jeroni Morell y Bordils; o en Santa Eulalia; en la iglesia de Sant Felip Neri…

L´Adrià también destacó elaborando imágenes religiosas para vitrinas, como la de una virgen que poseía la viuda de Joaquín Aguiló (1922) firmada por el artista catalán en su parte posterior. También se tienen documentado un San Roque que se conservaba en Can Desbrull —actualmente sede del Museo de Mallorca—... No se trata de hacer un inventario exhaustivo de la producción de Adrià Ferran, pero se puede decir que encontramos documentada obra de suya en Porreres, Bunyola, Montuiri, Lluc, Felanitx... incluso en la catedral de Eivissa.

También es muy conocida la labor realizada por l´Adrià en el campo de los muebles. Quizás la pieza más conocida es el Llit de la Infanta conservado en Can Morell (Casal Solleric), del que ya se habló en otra ocasión. Junto a esta cama se realizó una cuna y unas rinconeras de caoba. Sabemos que había otra cama parecida a la de Can Morell, y que hacia el 1900, junto con jarrones de madera, dos mesas consolas, cuatro sofás y dos pilastras, obras todas ellas del escultor catalán, fueron vendidas a un anticuario de Barcelona para llevárselas a París. Dios sabe quien las tiene y lo que les costó. Consolas ricamente ornamentadas, marcos de caoba, canteranos... todo tipo de muebles le fueron encargados.

Mirando las facturas que salían del taller de nuestro protagonista se puede comprobar que los trabajos se cobraban muy bien. Esto hace pensar que l´Adrià podría llevar una vida desahogada, pero la historia nos dice lo contrario. No se sabe muy bien la razón, pero la verdad es que Adrià Ferran, hacia 1825, vendió todos sus bienes para hacer frente a sus deudas y regresó a Barcelona. Su discípulo Josep Lladó le compró parte de sus herramientas que luego pasaron a manos de su discípulo, el escultor Guillem Galmés. Dicen de l´Adrià que murió en un hospital enloquecido, pobre y solo. En Palma lo remembramos admirando la belleza de sus obras.

*Cronista oficial de Palma.