Desde hace diez años, cada jueves los voluntarios del Servei Solidari i Missioner (SSIM) de la iglesia de los Caputxins de Palma reparten bolsas de alimentos a personas necesitadas, principalmente a familias inmigrantes y a pensionistas españoles. En la puerta del convento, cerca de la plaza de Espanya, se congregan más de un centenar de personas que vienen a pedir esta ayuda para acceder a un derecho básico: la alimentación.

No obstante, esta labor filantrópica, que hasta la fecha ha ayudado a más de 2.000 personas, está pasando por serias dificultades ante la coyuntura internacional, tanto alimentaria como económica. En un año, las 20 voluntarias de esta ONG han visto disminuir las aportaciones tanto de colegios como de particulares, y además las partidas del Banco de Alimentos Europeo que nutren principalmente su despensa han comenzado también a notar las dificultades actuales. "Las empresas ya no tienen excedentes. Tan sólo nos llega pasta y galletas", explicaba María Dolores Quera, quien desde que se creara el servicio coordina las cuatro entregas anuales que llegan al convento.

Esta voluntaria comentaba que la última partida de enero llegó, por primera vez, sin azúcar, leche ni arroz, que son básicos en las dietas de las familias, sobre todo las de países africanos o latinoamericanos, principales usuarios del servicio.

Los datos parecen alarmantes. El año pasado el Banco de Alimentos entregó a los Caputxins de Palma un total de 27.000 kilos de comida y en esta primera partida tan sólo han llegado 4.000. Esta disminución podría compensarse en las tres entregas pendientes, pero la entidad sólo lo sabrá cuando lleguen.

"Hemos racionado como hemos podido nuestros suministros, pero ya no nos queda casi nada. El arroz lo acabaremos en menos de 10 días", aseguraba Quera, quien teme por la ayudas, pues todavía no ha llegado la segunda entrega anual, que suele entregarse en marzo.

Parados de la construcción

El servicio ha visto duplicado el número de usuarios a los que asiste semanalmente. Cada jueves se reparten bolsas con víveres a unas 100 ó 120 familias, cuando el año pasado rondaban las 50 ó 60, explicaba César Walteros, el gerente de esta ONG en Palma. "Hay muchas personas que provienen del paro de la construcción", comentaba, lo que ha provocado que acudan más magrebíes y africanos que antes no usaban el servicio.

Racionada mediante una cartilla de despensa, la ayuda se ofrece durante seis meses -aunque a los pensionistas y dependientes se les suele prolongar indefinidamente- y si el núcleo es unifamiliar la periodicidad es quincenal y no semanal. En este sentido, Walteros destacaba que muchos inmigrantes que vinieron cuando estaban solos y recién llegados han comenzado a regresar solicitando comida para la familia que consiguieron reunir de nuevo mientras tuvieron trabajo, lo que también aumenta el número de bolsas periódicas.

Asimismo, el gerente declaraba que también se han triplicado el número de solicitudes para conseguir la comida. Los jueves se realizan hasta 15 entrevistas para incluir a familias que necesiten el servicio, pero actualmente cada semana cuentan con una lista de espera de más de 45 personas.

Según Walteros, todo este incremento relativo no es contemplado por las aportaciones del Banco de Alimentos, pues esta despensa internacional asigna a cada entidad beneficiaria una cantidad de comida calculada a partir de un promedio extraído sobre la población que asistió durante el año anterior. "De momento, ya no podemos cubrir las necesidades específicas", comentaba el generente del SSIM, ante la poca variedad de alimentos que está llegando y que ha reducido las raciones de las bolsas a lo mínimo indispensable.