En la calle se habla de dos cosas. El fútbol y la crisis. De lo primero no tengo nada que decir. Pero la crisis me hace mucha gracia. No hace falta ser Pedro Solbes ni hablar de forma engolada y arqueando una ceja para darse cuenta de lo que ocurre. Basta con pasear por las calles de nuestra ciudad.

Un paseante sin pajolera idea de economía comprueba varias cosas simultáneas. En primer lugar, que con un sueldo normal apenas llega para comprar cada día en el supermercado. Pero, curiosamente, no hay más que obras por todos lados. En cualquier calle te topas con andamios, hormigoneras, palés llenos de sacos, carteles de promociones. ¿Si no hay dinero cómo se construye tanto? dícese el ingenuo.

Aparece después otra evidencia. La gran mayoría de las construcciones son de cierto standing. O para hablar más claramente: carísimas. Es decir, no sólo se construye mucho. Sino que encima los pisos y viviendas cuestan un ojo de la cara. Si uno apenas puede con el supermercado, ¿cómo embarcarse en una aventura millonaria? Sobre todo cuando el coste de las hipotecas amenaza con subir más y más.

Sobreviene entonces la tercera y más turbadora evidencia. Una parte muy importante de esas nuevas promociones, de esos palacios rehabilitados, apartamentos de lujo, viviendas pareadas, ¡están vacías! No se venden.

Creo que ni el propio Pedro Solbes sería capaz de explicar ese silogismo: La gente no tiene dinero, los pisos son carísimos, las hipotecas suben, muchas viviendas están sin vender. Ergo: se construye más.

La célebre crisis no es tal. Es simplemente la consecuencia de un modelo incompetente. Una combinación de avaricia especulativa, ineptitud empresarial, falta de visión a medio plazo, corruptelas políticas y chanchullos de todo tipo. Un montaje insostenible a todas luces que llega un momento en que se desinfla, se ve impotente para seguir manteniendo tanta falacia, tanta mentira económica y tanta pretensión dineraria. Si a eso le llaman crisis, pues vale.

Pero al contrario que una crisis de verdad, ésta resulta previsible. Está cantada. Es absolutamente lógica.