El semblante que ofreció ayer el ex concejal de Urbanismo de Cort, Javier Rodrigo de Santos, era muy distinto al que la opinión pública recuerda de él durante su última visita a Palma, concretamente el pasado 10 de abril. Ese día lucía sonriente, muy seguro de sí mismo, sumamente bronceado y sin separarse de su móvil en ningún momento. Ayer, por contra, se le veía muy turbado y con un semblante abatido; no llevaba traje ni corbata, y no presumió de móvil. Prácticamente no separó la mirada del suelo y su rostro -con un bronceado menos intenso que la última vez- denotaba vergüenza.

Esta vez no jugó al gato y al ratón con la prensa, por lo que entró y salió por la puerta principal de la Clínica Forense, excepto su esposa que la abandonó por la puerta trasera.

De Santos llegó a la sala de espera de la Clínica Forense de los juzgados de Vía Alemania a las 10.54 de la mañana acompañado de su abogado, Bartolomé Vidal, y de su esposa, quien se mantuvo en todo momento a una distancia prudencial, salvo los minutos que estuvieron juntos en dicha sala. Dos minutos después, cuando faltaban cuatro para las 11, y protegido por el guardia de seguridad para eludir la posible presencia de cámaras indiscretas, entró a la Clínica Forense acompañado de su abogado, que duró dentro menos de veinte segundos; al salir, se marchó de la clínica. De Santos no saldría hasta las 12.20 horas.

Su mujer no se movió de la sala de espera de la clínica. Lucía un aspecto mucho más mejorado que la última vez que estuvo en Palma también para acompañar a su marido, el pasado 10 de abril, cuando éste tuvo que comparecer ante la jueza de instrucción número cinco de Palma Ana San José. El trato de favor que ésta le dio al ex edil levantó ampollas e indignación debido a que permitió que De Santos se presentara a declarar un día antes de los previsto, para burlar la presencia de los medios de comunicación. Además, lo hizo a las ocho de la mañana, cuando a esa hora el juzgado permanece cerrado.

Ayer la situación se ajustó al guión y, como se señala más arriba, la única que intentó eludir la prensa fue su esposa, que se retiró por la puerta de atrás de la clínica cuando acabó la exploración hecha a su marido por los especialistas.

Antes de eso, a las 11.37 horas, el abogado defensor Bartolomé Vidal volvió a la sala de espera de la Clínica Forense y allí se quedó acompañando a la esposa de De Santos. La conversación entre ambos era animada, al punto de escucharse sus voces desde el pasillo que comunica con dicha sala de espera, y donde la prensa tenía la entrada prohibida. Según pudo averiguar este rotativo, los guardias de seguridad tenían la orden de que, en caso de que De Santos se presentara antes de las hora señalada, le hicieran esperar como a cualquier otro presunto delincuente hasta que le llegara su hora.

A las 12.20 horas, Javier Rodrigo de Santos salió de la clínica, más cabizbajo y abatido que cuando entró, y se quedó en la sala de espera. No se oía ningún ruido, el silencio era casi sepulcral. A los tres minutos, su abogado hizo una llamada con su móvil y posteriormente habló con el guardia de seguridad. A las 12.30 horas, y cuando ya sabían que un automóvil los estaba esperando afuera, Javier Rodrigo de Santos salió acompañado de su abogado, sin hacer declaraciones, más encorvado que nunca, con aspecto derrotado y sin levantar la vista.

El ex teniente de alcalde de Urbanismo de Cort llegó a gastarse en una sola noche en un club de alterne de ambiente gay hasta 1.450 euros, que pagó con la tarjeta de crédito Visa Bussiness Plata que utilizaba como cargo municipal, por su condición de presidente de la Empresa Municipal de Obras y Proyectos Urbanos de Palma (EMOP), y que se cobraba a cuenta del ayuntamiento de Palma. La posible alteración de la voluntad del ex edil por su supuesta adicción a la cocaína es una de las principales líneas de defensa del abogado Bartolomé Vidal, quien solicitó las pruebas capilares debido a que el cabello retiene los restos de estupefacientes introducidos en el organismo, que se mantienen en el pelo pese al paso de los meses.