En ese momento no lo sabía, pero cuando hace 50 años Antonio Mayol, de 84, abría el celler Sa Premsa en un local que primero había funcionado como un garaje, se estaba labrando la fama de pionero en toda regla, porque se animó a dar los primeros pasos en el sector de la restauración cuando esta actividad era apenas incipiente en Palma. Hoy, ya jubilado y con el testigo traspasado a sus dos hijos, Tolo y Lorenzo, asegura: "No pienso mucho en el pasado, pero creo que todo esto ha sido posible gracias a mis ganas de vivir. Tengo siete nietos, y me encantaría que alguno de ellos siguiera con la tradición familiar".

"Cuando se inauguró el celler había otra manera de trabajar, no había horarios y la gente no libraba nunca; llevar esto adelante era tremendo, muy esclavo, pero mi padre fue un pionero y pudo sacarlo adelante. Casi no había celleres en Palma, y desde su inauguración tuvo 55 mesas y 200 cubiertos. Fue difícil sacarlo adelante, y lo logró con grandes sacrificios", afirma Tolo Mayol, el hermano menor, de 48 años. Junto a Lorenzo, de 54, llevan las riendas del emblemático celler desde que el padre se jubilara, "siempre respetando la filosofía que hizo que este negocio fuera exitoso: típica comida mallorquina alternada con platos más internacionales; la relación calidad-precio para ser siempre asequibles a todos los bolsillos, y la decoración, que está prácticamente intacta", subraya Tolo.

Carteles históricos

Las paredes avalan sus palabras, llenas de carteles antiguos que destilan pura historia taurina en todos los rincones, y alguna que otra foto de los diversos personajes populares que comieron allí a lo largo de este medio siglo: famosos toreros con sus cuadrillas, Julio Iglesias, Fernando Fernán Gómez, Camilo José Cela, Pepe Isbert, Augusto Agri, Ladislao Kubala, Mercedes Milá, el príncipe Felipe, las Infantas... "Hemos cuidado mucho los precios, siempre hemos intentado no ponerlos muy altos pues allí radica el gran secreto, además de la rica comida, claro -afirma con una orgullosa sonrisa el contable del celler, Ramón Pedrosa, el empleado en activo más antiguo, con 40 años de servicio-. Cuando comencé a trabajar aquí las cosas eran muy diferentes, no cerrábamos ni un día y no librábamos. Con el tiempo, empezamos a librar un día a la semana tras el acuerdo con los sindicatos, pero no nos quejábamos porque siempre nos sentimos en familia. En mi caso, puedo decir con orgullo que Antonio Mayol siempre me trató como un hijo, y sus hijos me tratan hoy como a un hermano".

También asegura que, "sobre todos los extranjeros, se quejan cuando se hace algún tipo de cambio en la decoración porque creen que el celler está bien tal como está, y piden que ni siquiera se pinten las paredes".

Todos, extranjeros y autóctonos, se encontraron ayer al llegar al celler con una tarta de ocho pisos, cuyas porciones se fueron repartiendo durante toda la jornada entre los clientes. Al mediodía, antes de abrir al público, los Mayol ofrecieron a sus empleados "una comida especial, porque la verdad es que están cansados de comer siempre la comida de aquí -dice Tolo entre risas- y ellos, a su vez, nos regalaron una placa conmemorativa por el 50 aniversario, que fue una hermosa e inesperada sorpresa".

Por la noche, Antonio Mayol ofreció una cena a sus amigos de toda la vida y a todos los ex empleados (casi todos jubilados) y sus familiares. "Esto es como una gran orquesta, pero venimos tocando la misma música desde hace tantos años, que lo podemos hacer con los ojos cerrados", concluye Tolo con emoción.