La cuenta más elevada que cargó Rodrigo de Santos a los palmesanos en un prostíbulo viene fechada en un día histórico para el PP balear. En efecto, el cinco de octubre de 2006 se celebraba el cincuenta cumpleaños de Jaume Matas, a la sazón president del Govern. El acontecimiento fue festejado por la plana mayor de los conservadores en el restaurante Los Patos, de la familia de Jaume Font. Para rematar la jornada, el teniente de alcalde de Cort se gastó mil quinientos euros en Casa Alfredo, equivalentes a 25 servicios sexuales en una noche, cifra difícil de endosar a un único cliente. Demasiado ajetreo para un hombre solo. Qué dura es la vida licenciosa, aunque la pague a escote la ciudadanía.

Rajoy se harta de decir que es "previsible". Su correligionario Rodrigo de Santos ha resultado imprevisible, ¿o no? Nadie ha tendido una trampa al concejal ligado a movimientos ultracatólicos. El mismo depositó un exceso de pistas para ser atrapado. En su torbellino, el peligro de ser descubierto redondeaba su goce sexual. Esta teoría explica su caso personal pero, dada la propensión del PP a cargar sus inversiones en prostitución a las arcas públicas, cabrá concluir que sus prebostes incluyen el alterne como un gasto de representación. Y si acuden sin dispendio tanto al estadio de fútbol como al burdel, ¿por qué habría de ser público lo que hacen en uno y no en otro?

Casa Alfredo

Rodrigo de Santos ha montado una campaña de publicidad gratuita para Casa Alfredo. El primer establecimiento de esta denominación se ubicó hace décadas enfrente de Marivent, ya con su actual objeto social. Con posterioridad se trasladó a un chalet sito en la cuesta que enlaza Cala Major con la Vía de Cintura, junto a la hoy famosa lavandería. La "casa de chaperos" acabó en los alrededores de Gomila. Las tarifas han subido, y el servicio completo puede obtenerse por 60 euros, equivalentes a diez mil pesetas. Según los profesionales del sexo, pagan cuatro mil al empresario y se quedan con el resto.

En vísperas de las últimas autonómicas, Rodrigo de Santos declaró a la IB3 de Matas que la democracia no escapaba a la corrupción. No le dio tiempo a detallar -o quizás esta parte de la grabación se quedó en la sala de edición- que él mismo había cargado a los ciudadanos, en diferentes prostíbulos, el equivalente a 800 actos sexuales durante año y medio. Con una frecuencia de diez veces a la semana, sin darse ni una de tregua, se obtiene un ritmo envidiable y agotador, salvo que invitara a sus amigos o intercalara el consumo que sirve de combustible a la adicción química que admite.

El escenario gana en importancia a los protagonistas. En la operación desarrollada a raíz del asesinato del tortillero de Gomila -llevado a cabo por tres chaperos-, la policía dictaminó que no había constancia de que en Casa Alfredo se prostituyeran menores de edad. Los empleados del sexo de ese local, en su mayoría sudamericanos, sobresalen por su juventud. El establecimiento consta de dos grandes habitaciones, con camas king size, los obligatorios espejos, y baños con ducha y bidé. El horario, de cinco de la tarde a dos de la madrugada, ofrece la flexibilidad consignada en los pagos de Rodrigo de Santos.

Si bien el periodo investigado abarca desde enero de 2006 -en las entrañables vísperas de Sant Sebastià, cargadas de simbolismo para un concejal de Cort- hasta el desalojo de los populares en junio de 2007, Rodrigo de Santos ya frecuentaba Casa Alfredo por lo menos en 2004. A falta de saber cómo satisfacía los pagos en aquellas fechas, era habitual que cerrara el local para su uso exclusivo, o que participara en fiestas masivas con todo tipo de ingredientes.

Asiduos del ambiente gay, que sugirieron la difusión de la presencia del concejal en sus locales, fueron amenazados por los empresarios del sector. A menudo se les vetó la entrada en los prostíbulos. La última gran fiesta se celebró hace tres semanas. Tras la querella del fiscal anticorrupción contra Rodrigo de Santos por malversación de caudales, el sentimiento habrá sido ambivalente entre los numerosos cadáveres que vestían su armario, tanto en el Insalud como en Cort. Su carácter arrogante no lo congraciaba con sus propios equipos. Vistas las huellas que esparció, no les temía.

Toda Palma había oído hablar de los excesos de Rodrigo de Santos, excepto Cirer a juzgar por sus declaraciones de asombro impostado y sus lágrimas orantes. Tan curiosa como incomprensiblemente, la episódica alcaldesa fue antes delegada del Gobierno, cuando en círculos policiales no ha causado la menor extrañeza el desenmascaramiento de su teniente de alcalde. Sus movimientos nocturnos eran notorios para las fuerzas del orden.

Catalina Cirer

Gracias a las acusaciones contra De Santos, el ayuntamiento palmesano logró pacificar a un medio de comunicación hostil. Cirer se desquitaba de su número dos con la satisfacción que le proporcionaban sus tribulaciones, en vez de preocuparse del eslabón más sensible a un chantaje. Gracias a su inconsciencia, Casa Alfredo quedará inscrita en el primer párrafo de la biografía de la alcaldesa, al igual que el Rasputín está grabado con letras de oro en la peripecia de Matas. Demasiada reiteración.

Al destaparse el escándalo, la gerente de la empresa municipal saqueada por Rodrigo de Santos aseguró que lo difundido no era cierto. Lástima que no ejerciera ese sano escepticismo a la hora de velar por los fondos desaparecidos. En su querella, la fiscalía requiere "que una vez que se reciba la documentación y la información solicitada al ayuntamiento de Palma, se reciba declaración como testigos a los funcionarios o técnicos encargados de la supervisión y control de gasto del EMOP". La relación debiera extenderse a los pares y superiores del teniente de alcalde. En su débil contrición, Cirer se acusa de ingenua, cuando apenas si llega a irresponsable.

Mecanismos de control

¿"Fallaron los mecanismos de control", según predica la santurronería del consistorio anterior, o se hizo lo posible para dejarlos en suspenso? Un empresario mallorquín comenta que su banco le desveló la traición de un administrador, en el uso de una tarjeta de crédito, "precisamente por los horarios en que se hacían los gastos", un clásico del ramo. Cort hizo la vista sorda, mientras Rodrigo de Santos tomaba medidas contra promotores de prostíbulos rivales, al borde del sarcasmo.

Por mucho que la lacrimal Cirer o Rosa Estarás -"ha fallado el sistema"- insistan en lo inverosímil, Rodrigo de Santos jamás se ocultó. Su desparpajo era la comidilla de la efervescente comunidad gay. No se le veía apurado. Según un parroquiano de Casa Alfredo, "no se escondía lo más mínimo, actuaba con total naturalidad. Aquello era sexo con puertas abiertas". Otro aficionado a las saunas -en Palma hay una con predominio de gente mayor y otra de jóvenes, en las cercanías de la Plaça Major y de Gomila-, destaca que "no disimulaba su aspecto con gafas oscuras ni otros aditamentos. Te lo podrías encontrar cualquier noche con traje y corbata". La diferencia radicaba en el instrumento de pago, toda Palma a las espaldas del concejal en ebullición.

Los trabajadores del sexo

Según se ha indicado al principio, los chicos de alquiler son más dicharacheros que las prostitutas. Extracto de una conversación con uno de los trabajadores del sexo:

-¿Tú permites que él te haga esto tan doloroso?

-Soy yo quien se lo hace a él.

El colectivo homosexual es la mayor víctima histórica de la doble moral. Por eso, sus miembros amplían el foco cuando el morbo ciudadano se concentra en Rodrigo de Santos. "¿De qué se escandalizan los otros partidos? Todos tienen a gente que viene mucho por aquí". Y citan al ecologista que veneraba al político conservador. La diferencia estriba en que no todos los políticos sufragan los honorarios de su afición con cargo a sus conciudadanos.

Entre los bulos insostenibles, conviene huir de la estampa de un Rodrigo de Santos que sería tan depravado como excelente gestor. En primer lugar, cuesta poner como ejemplo de un curso de management a quien saca 50.000 euros de las arcas de su empresa para destinarlos a la prostitución. En segundo lugar, esta versión se aproxima al caudillismo de que se sacrificó de tal manera por Mallorca, que cualquier recompensa sería exigua. En tercer lugar, se habla aquí del hombre que impulsó la reforma de Son Dureta sin trasladar el hospital, para inventarse después Son Espases. La mentira es un avatar indisoluble de un cargo público pero el concejal, a quien Matas negó la conselleria de Sanidad con la que suspiraba, presumía de haber suministrado información falsa sobre el solar del nuevo hospital, y de haber logrado que un periódico la publicara. Para expiar este pecado venial, también pueden servirle las ofertas de confesión que han llegado vía móvil a sus allegados. Su epitafio político rezará: "Lo arriesgó todo". Al fin y al cabo, abrazó una fe que exige vivir sin preservativo.