Dos verjas guardan la entrada del paso entre la iglesia Sant Jaume hacia la calle de les Caputxines. Ambos extremos permanecen custodiados por estos dos guardianes de metal que transportan a una época donde se vive menos en Palma y más en Ciutat. Un mundo de doncellas y pícaros de cuando las calles privadas exudaban misterios que guardar entre sus esquinas. De cuando iglesias y conventos disfrutaban de estos corredores, exclusivos decorados para peripecias donjuanescas.

El carrer Estret de Sant Jaume arrastra recuerdos desde el siglo XIII, de cuando en 1248 se fundó la iglesia que le da su nombre. Como entonces, esta noche la ciudad quedará partida de un golpe de muñeca, divida en dos por el pasado. Serán las 20,30 horas cuando el cerrojo girará de nuevo, quizás más tarde si ensaya el coro y si no se rompe su pestillo como muchas veces ya ha pasado, pero en ese momento, parafraseando a Sabina, la poesía huirá de los libros para anidar en la calle.

El actual rector de la iglesia no conoce historias que pueda encerrar este pasillo, digno del paseo de fray Luis o Santa Teresa, de amoríos secretos para el arcipreste de Hita. Mosén Jaume Bennàssar -don Jaume ¿como no?- sólo recuerda que hace años fue un tramo compartido entre los vecinos de esta zona del Casco Antiguo. Ninguna leyenda rodea a este paraje dejando viva la imaginación del paseante.

"Si no la cerráramos se nos llenaría de los jóvenes que hacen botellón", asegura el padre Jaume. No en vano en la calle Can Armengol, paralela a esta vía, se concentran muchos con sus bebidas espirituosas -y alguna que otra sustancia más onírica que real- para practicar esta manifestación cultural. Un fenómeno que provoca la aparición de sirenas policiales que, con demasiada frecuencia y para descanso de vecinos, rompen el momento tanto del mágico medievo como de la juerga adolescente.

´AmorHipHop´ o ´Money honey´ puede leerse bajo uno de los contrafuertes góticos de esta vía. Grafiteados sobre un lateral repintado aparecen para dar la razón al párroco. Cuenta Mosén Jaume que hace poco, aprovechando cuando no había nadie en la iglesia, robaron la barqueta para el encendido de la velas "algo ridículo y sin valor", pero justifica cada vez más la ley del cerrojo y del candado que se está imponiendo en las iglesias de Ciutat. Monumentos que sin seguridad, ni vicarios para custodiarlos, parecen destinados a guardar para siempre los secretos que encierran.

"En un noche oscura en amores inflamada" comenzaba la canción de San Juan de la Cruz, aunque esta noche con sus puertas cerradas la luz del amado no podrá hacer su aparición en el carrer Estret. El caminante deberá continuar buscando otras historias, irá hacia la calle Gavarrera donde entre sus escalones del medievo podrá subir evocando recuerdos del pasado o bajará hasta Juan Carlos I para volver a la realidad en forma de restaurante de comida rápida.