El archipiélago balear no es muy prolijo en bienes Patrimonio de la Humanidad, pese a que España es uno de los países del mundo que más tiene. Sólo Dalt Vila, en Eivissa, puede lucir en sus folletos turísticos este prestigioso reconocimiento otorgado por la UNESCO con el objetivo de "garantizar lo mejor posible la identificación, protección, conservación y revalorización adecuadas de este patrimonio mundial irremplazable", tal como señala el tratado aprobado en 1972 para llevar adelante este proyecto.

La vieja ciudad de la Pitiüsa mayor, que fue 'galardonada' hace cinco años, es un enclave amurallado con un conglomerado de barrios y callejuelas donde se encierran varias tradiciones propias de la isla por su legado histórico, según describe la entidad que engloba a las once ciudades españolas Patrimonio de la Humanidad (Alcalá de Henares, Ávila, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Eivissa, Salamanca, San Cristóbal de la Laguna, Santiago de Compostela, Segovia y Toledo).

Sin embargo, el acervo patrimonial de este país no se queda aquí: un total de 38 bienes, tanto monumentales como naturales o mixtos componen el largo listado de la UNESCO. Ejemplos de ello son la catedral de Burgos (el primer monumento español declarado Patrimonio de la Humanidad, en 1984), la Alhambra, el parque Güell, las cuevas de Altamira, la catedral de Sevilla, el monasterio de Poblet, la ruta de Santiago de Compostela, Doñana, la Lonja de la seda de Valencia, el palmeral de Elche y otros tantos.

Antecedentes

En Palma, ésta es la primera vez que el consistorio muestra interés en que se declare Patrimonio de la Humanidad un bien arquitectónico de la ciudad. Los escasos precedentes hay que buscarlos en la petición de la asociación ARCA para declarar sa Llotja, emblemática construcción gótica obra del arquitecto Guillem Sagrera. Actualmente, el edificio se encuentra en el listado autonómico de propuestas para llevar a Madrid. Los otros dos monumentos de Ciutat en similar caso son la Seo y el castillo de Bellver.

Las decisiones del Comité que estudia los proyectos son "lo más objetivas y científicas posible", según indica la Convención firmada por todos los países miembro del Comité del Patrimonio de la Humanidad.