La asignatura de Ética no interesa a la Conselleria d’Educació
Eva Navarro Martínez
Hace unos días la Conselleria d’Educació ha publicado una propuesta sobre el nuevo currículum educativo de las Islas Baleares. En el diseño que se propone, la asignatura obligatoria de Educación en Valores Cívicos y Éticos de cuarto de ESO se reduce a una ridícula hora semanal, convirtiéndose en una anecdótica «maría».
Lo que ha motivado este cambio de currículum es el mal resultado de los alumnos de Baleares en algunas áreas. Por ello, han decidido qué materias son importantes y cuales carecen de utilidad o validez alguna, como parece ser la asignatura de Ética. Cada vez parece más cierto el dicho de que «España es diferente». En cualquier país europeo la ética y la filosofía son valoradas y respetadas en el sistema educativo y en la ciudadanía.
La decisión de la conselleria sobre este tema es completamente errónea, pues no se puede explicar un temario en condiciones óptimas en una hora semanal. Esta asignatura es imprescindible para fomentar el pensamiento crítico y autónomo del alumnado, la tolerancia, los valores cívicos y democráticos. Hay que recordar que, desde la implantación de la LOMLOE, los alumnos únicamente cursan esta materia en un único curso de la educación secundaria. Antes, se ofrecía dicha área como alternativa a la religión y los alumnos finalizaban la secundaria habiendo estudiado esta materia en todos los cursos de la ESO. Lo mínimo que se puede exigir es que esta asignatura, que recordemos es obligatoria, tenga dos horas semanales. No hay que escudarse, cuando interesa, en la ambigüedad de la LOMLOE, como una coartada para ningunear esta materia y reducirla a la mínima expresión, convirtiéndola en un área transversal, en un relleno anodino para cumplir el expediente. Luego nos quejamos de que los alumnos no tienen valores ni respeto... parece ser que lo más cómodo para solucionarlo es desprestigiar esta asignatura y mirar para otro lado.
El nuevo currículum no sólo presenta esta llamativa contradicción y sinsentido, sino que alardea de querer reducir el uso de las pantallas digitales y otros dispositivos electrónicos, pero, paradójicamente, insiste en la digitalización, teniendo este aspecto un peso considerable en el currículum. Sin despreciar la importancia de las nuevas tecnologías, cualquier docente sabe que los alumnos nos pueden dar lecciones en ese aspecto: desde copiar los trabajos y deberes en el chatGPT a otras cosas aún más ilícitas. De competencia digital van sobrados, pero de valores éticos no, desde luego.
Por otro lado, los alumnos no aprenderán, necesariamente, más matemáticas o áreas lingüísticas, por poner un ejemplo, si tienen más horas de estas materias, sino si se hacen grupos reducidos o desdobles que permitan atender adecuadamente a los alumnos que más lo necesitan. Para ello es imprescindible contratar a más profesores y aumentar el presupuesto en educación. Parece ser más cómodo quitarse asignaturas de encima que invertir en una educación de calidad. Hay solución para el problema. La cuestión es si a los políticos les interesa o no, si les sale «rentable», como si la educación pública fuera una empresa, triste comparación que a algunos tanto les gusta. Ninguna asignatura es más importante que otra: todas tienen que tener el mismo peso en el sistema educativo, si queremos ofrecer una formación íntegra al alumnado. Esta «reforma» autonómica intenta maquillar o poner parches a la LOMLOE: una ley educativa en la que se da más prioridad a cómo, supuestamente, se enseña que a lo que se enseña, relegando los contenidos a su mínima expresión. Los alumnos cada vez saben menos y tienen menos espíritu crítico, pues al carecer de los contenidos adecuados, no pueden tener criterio alguno para posicionarse sobre el mundo que los rodea. Al profesorado se le agota con una burocracia absurda y tediosa que no sirve para nada. En todo caso, según mi criterio, la propuesta valiente sería intenta erradicar o relegar a la mínima expresión una ley educativa que no funciona, y ha suscitado además muchas críticas, en lugar de seguir haciendo aún más experimentos que no van a ninguna parte, reduciendo, escandalosamente, la formación ética del alumnado, que es imprescindible en nuestra sociedad.
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