Salud

Un destripe (spoiler) supercantado

Francisco Suárez Riera

Palma

No todos los políticos son iguales, dicen. Y mienten, pues, evidencia hay. Porque, si unos malos, peores los otros. En un mal menor vegetamos. Solo el pueblo te salva, también se dice. Y no hay mentira, pero tira a desconcierto. Cuando viene la avalancha, sea plomo o barro, el pueblo solo, con solo escoba, no se salva. El pueblo solo apechuga, y ¡muchas gracias! en las buenas, que, cuando vienen malas, la sola rabia acompaña. Vean si no, en Valencia, en Palestina o en Ucrania.

   ¿Cosas del genoma? Quizás, pero no parece. Fue después de un porrón de siglos, ya en el neolítico, que empezamos a degenerar en un mal bicho, por una errática opción entre lo individual y lo colectivo. Obcecados fuimos desistiendo del buen vivir, para vivir mejor. Y con tino, perfilamos el mentir, robar y matar como nadie en este mundo. Tras dejar la trashumancia, nos enredamos con el matarile a lo común, para asentar cabeza en lo propio y dedicarnos al negocio de la doma. A defoliar el bosque y acotar la tierra. Domesticar al animal y, ya puestos, a la mujer, hijos y los otros. Con relativa aceleración no hubo terrón, sin escritura de propiedad y pertinente frontera, en ciudad, feudo, nación o imperio, según el régimen, en determinado espacio y tiempo histórico. Al explotar este planeta, sensible y limitado, en un proceso exhaustivo e intensivo de crecimiento infinito, dimos con el invento del rendimiento bestial, pero no para todos. Y desde entonces, como en la leyenda de Sisa y su taimada tasa (comedido trigo abajo) por cada casilla del ajedrez, el resultado ha sido brutalmente exponencial. Un quebranto espantoso, una espeluznante desigualdad.

   El problema radica esencialmente en la redomada violencia que alienta este proceso, patriarcal en su origen, capitalista en su madurez. De seguir así, nos jugamos la extinción de la especie humana, como poco. Mal sea por agotamiento del medio, o a peor, en un conflicto nuclear por obtusa disputa entre avispados emprendedores. Porque también hay serpiente en este supuesto edén, amenazando el calcañar con la maldición de Sisa, el consabido colapso en la casilla 64 del tablero. 

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