Sociedad

Sombrero con pluma de mirlo en Bellver

M. Dolores Vázquez Rovira

Palma

O sombrerito, quizá. El episodio huele a café y croissant a la vez que D. y su perro -amigos caminantes- lo perciben con alegría de qué bueno y meneíto de orejas.

Al fin llegó. La apertura del bar de Bellver, arriba a la vera del castillo, el final de un camino y a la vera del aparcamiento.

El acontecimiento de principio del mes pasado más o menos transcurrió sin autoridades, clientes a la primera y primorosa atención desde detrás de la barra. Espacio para sillas y mesas, miradorcito hacia Na Burguesa, la Bonanova y Génova, olor a campo y campo y más campo que podrían o pueden proteger al Bar La Pluma de Mirlo, acción sin permiso que propongo desde este momento.

Años de espera. Sed suplente gracias a unas camionetas-coches que dieron de beber y más a cualquier sediento que llegó arriba.

Era necesario, pero muy, y lo digo de veras con permiso de los andarines amigos que desde el rey de los caminos entre Sa Taulera y el cruce la Bonanova-Génova, somos ya amigos entre nos, vos y sus perros.

D. con la pluma de mirlo. S. o P. con el perrito E. ,S y F con el suyo. Ellas que van corriendo y vuelven al paso. La dama de los bastones. El gimnasta. Los ciclistas. Un él vestido de negro, muy amable de pelo blanco. Hola. Hola. Y más de un etcétera.

Uno de los primeros días conocí a una gran dama de 93 años en compañía familiar; disfruto de un zumo de naranja de primera.

Asombra a veces la velocidad y efectividad con que se atienden los pedidos desde detrás de la barra. Enhorabuena. Se pide mucho café: sólo, descafeinado, templado, con leche fría, con sacarina, y así.

Ahora y a la espera de que se abra al lado del bar La Pluma de Mirlo como tienda que fue de recuerdos y ropa, felicito a quienes trabajan allí con buen hacer y mejores maneras, mientras el bosque huele a croissant... a lo lejos.

Gracias de verdad. 

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