No eche basura en mi calle, póngala en la del vecino

Jaime Fernández Sancha

Leo con preocupación el artículo publicado en su diario en el que vecinos de Sa Ràpita «temen perder el veraneo típico mallorquín». ¿Se refieren, quizás, a ese veraneo caótico de primera fila donde los coches les han ganado la partida a las personas?

El litoral rapiteño es utilizado por cada vez más personas, pero se ha convertido en un lugar inhóspito donde los vecinos no pueden salir a pasear con tranquilidad porque la primera línea está tomada por los automóviles. Recuerdo los tiempos en los que darse un chapuzón fuera de la playa, na Voltora o el trampolín se consideraba propio de gente arriesgada. Eso ha cambiado, hemos ocupado las rocas, nadamos, tomamos el sol y disfrutamos de la costa en masa, pero debemos hacerlo entre coches, motos y autobuses. Veo gente despreocupada que cruza en chanclas, con una toalla al cuello, grupos de personas que se detienen en la acera a charlar y siempre hay alguien con un pie (o los dos) en la carretera, porque todos no caben en ese reducido espacio. Las bicicletas y los veloces patinetes tienen que compartir un peligroso carril utilizado por deportistas que hacen footing o marcha, paseantes, mascotas y gentes que van a la playa y han elegido esta vía para evitar una acera muy estrecha en la que hay que estar alerta y detenerse en cada manzana para cruzar la calle.

Sa Ràpita es el único rincón donde se permite la circulación en primera línea, al contrario que en el Arenal, en Ses Covetes o en Sa Colònia de Sant Jordi, por poner ejemplos cercanos. Ninguna localidad conserva los vehículos al borde del mar.

Protegim Sa Ràpita (cuyo nombre real debería ser: Protegim sa meva casa i desprotegim la del veinat) defiende sus propios intereses, cada uno quiere preservar los suyos, pero no se trata de si los coches pasan por mi calle o por la tuya; de no me eche la basura, arrójesela al vecino; se trata de qué es lo mejor para la comunidad, se trata de preservar la seguridad de las personas y permitir el ocio. 

Ya ha habido muertos. ¿Cuántos más deberemos contabilizar para que esto cambie?