El viernes 17 de junio de 2022 tuve que ir a Barcelona a trabajar desde Palma. 

Cogí un vuelo a las 7 de la mañana para a las 8 estar allí y poder acabar a las cinco de la tarde. Por precaución, por error visto ahora, cogí para el viaje de vuelta un vuelo a las 20.35 con la compañía Vueling.

Mi día laboral fue bien. Acabé pronto, a las 17 horas ya estaba en el aeropuerto. 

Al llegar a la terminal, el vuelo de las 20.35 había cambiado a las 20.40, eso no me preocupó. No había más información. De pronto la estimación de salida cambió a las 21.15. En ese momento ya no había otras conexiones con Palma. Mi familia me esperaba para una cena especial y ya veía que no iba a llegar. 

Una hora después, tanto en Google como en los monitores del aeropuerto, cambió de nuevo la información, ponía salida estimada 21 horas. Solo eran 20 minutos, no era importante. Podía llegar.

No me quedaba batería, la tarjeta de embarque estaba en el móvil, pedí en varios locales que me recargarán el móvil pero se resistieron, me ponían mala cara, nadie quiso ayudarme. Fácil solución, compré un cargador.

Una hora después, nos informaron por megafonía de que nuestro vuelo cambiaba de puerta. Yo, y 200 pasajeros más, entre ellos más de cien niños de entre 10 y 12 años, corrimos por los pasillos al cambio de puerta. Al llegar a la segunda puerta, nos informaron de que nuestro avión tenía un problema de aire acondicionado y lo estaban «enfriando». Ya eran más de las 21. 30. Diez minutos después nos dijeron que teníamos que embarcar ya, que nuestro vuelo ya estaba, informamos a los que pudimos, llamamos a todo el mundo, hicimos fila obedientemente, a pesar del cansancio, nos fueron trasladando en autobuses a otra terminal, nos llevaron a un avión, nos acomodaron, y nos tuvieron sin ninguna información durante más de 50 minutos.

En Internet ya habíamos aterrizado en Palma, pero seguíamos encerrados en Barcelona.

En este tiempo varios pasajeros tuvieron algún cuadro que precisó asistencia médica, motivo por el cual nos dijeron que no podíamos despegar. Después de casi una hora el comandante nos informó, educadamente y muy consternado, de que las condiciones de temperatura del avión no eran adecuadas para volar, un vuelo de 35 minutos a Palma, aunque lo habían sido para estar reteniendo al pasaje más de 60 minutos. Teníamos que volver a bajar de ese avión, volver a coger otro autobús y volver a la terminal.

Ahora el vuelo estaba previsto sobre la 1.15 de la madrugada. Nos dijeron que aprovechásemos para poder cenar algo en los dos únicos locales que estaban abiertos, que contábamos con un presupuesto de 13 € aunque no nos dieron ningún tipo de vale. En el restaurante fue imposible canjear dicha información, salvo por una botella de agua caliente y un sandwich frío. 

Volvió a salir en las pantallas de información nuestra puerta, informaban de la nueva hora de salida a la 1.15. Saldríamos, aún quedaba esperanza, llegaríamos a casa. De nuevo fuimos corriendo a otra puerta de embarque, los adultos, y los niños a la carrera, que energía. A la 1.15 no habíamos embarcado. 

Cuando subimos al avión, un problema nuevo surgió, había maletas que no correspondían a nuestro vuelo. Había que revisar el equipaje de bodega. Eran las 2 de la mañana, todos estábamos agotados. No me quedaban fuerzas, no sé a qué hora salimos de Barcelona. A las dos y 31 minutos aterrizamos en Mallorca. No podía entender la velocidad del vuelo. 

Curiosamente, el tiempo que tiene la compañía Vueling para indemnizar a los pasajeros de sus vuelos por retraso, son cinco horas después de la hora prevista de aterrizaje. Como he comentado al principio, la hora prevista de llegada a las 21.30. Llegamos a las 2.31. 

¿Todo esto es una casualidad? ¿Sabían desde el principio que llegaríamos tarde y nadie nos informó? ¿Son cinco horas justas para que nadie pueda reclamar a la compañía?

No me interesa que me paguen el billete, no quiero una indemnización por ese vuelo, quiero que me devuelvan mi día, mi cena especial y mi sábado por la mañana. ¿Quién me va a devolver todo eso? ¿Vueling?