Amarga desilusión nos llevamos, el que suscribe y familia, cuando hace dos semanas decidimos iniciar la temporada de baños, y a tal efecto nos dirigimos a nuestra playa favorita (al menos entre las que están cerca de Palma) como es Camp de Mar.

Desilusión porque nos encontramos con lo que venía siendo una playa familiar, con agua limpia, un paisaje idílico y su característica isla/restaurante a mitad de la playa, cubierta en su casi totalidad por hasta ¡300! tumbonas (tuvimos la paciencia de contarlas), que hacen realmente difícil para los autóctonos que vamos con nuestras sillitas y nuestras toallas, encontrar un rincón donde colocarnos. 

Ya sabemos que en Mallorca vivimos del turismo, y que venimos de dos años en los que los profesionales del turismo lo han pasado muy mal y hay que ayudarles a que se recuperen, pero la verdad, choca ver a las mismas autoridades que parecen haber emprendido una auténtica batalla contra los chiringuitos y restaurantes de playa, que quieren limitar el número de cruceros, de coches de alquiler, de hoteles y hasta de turistas, que por otro lado permitan estos desafueros. Tal vez sería admisible la tercera parte de las hamacas citadas.