Cada día más, Nadal, que comenzó destacando en el deporte aristocrático del tenis, va terminando su carrera con un marcado carácter de currante español. Hecho tanto más reseñable cuando ni siquiera sus orígenes catalanes le mueve a continuar su ya agónica tarea por tener más dinero; el capitalismo ni nació ni arraigó bien en nuestra tierra.

Sí, en cambio, parece que le ha hecho aguantar su patética deficiencia corporal actual el honor de seguir siendo el primero, aun cuando una elemental sensatez le habría aconsejado retirarse ya hace tiempo, antes de tanto sufrir y de dañar su salud. Insano sufrir, que le proporciona aún morbosos apoyos, pero que también sigue tolerando por sentirse buen representante de España, aunque eso le lleve a gestos tan discutibles como su apoyo a quien tan poco la honra hoy, Juan Carlos I.