Escupiendo al cielo y orinando sangre en la calcinada pradera. De eso va. No es «guerra fría» entre sacras ideologías. Es una burda y salvaje masacre por puro negocio capitalista. Ambición, miedo y mucha geoestrategia. Una camorra, entre mafias oligárquicas, por la industria militar, la petro-minería, la banca financiera, el 5G y la avaricia. 

«Cuando un elefante hace el amor, sufre la hierba. Mucho más, si hace la guerra». «Malditas sean las guerras y todos los que la hacen» Pero todos y en todas sus faces. La armada que achicharra cuerpos, arrasa ciudades y enajena pueblos enteros. La política que devasta paz. La mediática que prostituye la verdad. La patriótica que embriaga las mentes humildes. 

No disolver la OTAN, cuando el colapso de la URSS y el Pacto de Varsovia, se ha convertido en una flagrante y activa aberración de lesa humanidad. Sus víctimas, los pueblos de Europa, Eurasia y Oriente Medio. Nadie puede arrogarse el derecho -humano o divino- de, so capa de defensa, enrolar a su servicio una horda apabullante con el fin de provocar a sus adversarios y neutralizar a sus aliados. Es curioso, pero todas esas batallas, absurdas y ajenas, ocurren lejos de fronteras USA. 

Europa se encuentra en estos momentos al filo de una hecatombe. Pues, el problema más grave reside en que este continente, ayer un mosaico de eminencia económica, cultural e histórica, ha degenerado actualmente en una arrastrada y servil gusanera. Estamos procesando babosamente a ras de suelo, no el designio escrito en los astros de una autosuficiente y pacífica casa común europea, sino cómo enterramos en una trinchera este sueño. Tal parece ser nuestro sino, un prosaico guion del Hollywood de los 40 y 50, en el que el Séptimo de Caballería, nos deja en defensa y custodia su almidonado banderín de «barras y estrellas», mientras acude esplendoroso, con el AUKUS, a un nuevo «destino» en el mar de la China.