Cuando era muy pequeño mi padre me llevaba cada cierto tiempo al cementerio a ver a una hermana que murió muy pequeña. Me llamaba la atención que en el centro del cementerio había un nicho mucho más lujoso que los demás. Yo le pedí a mi padre la diferencia que había entre unos y otros y él me dijo que me callase. 

Cuando tuve 18 años un día me lo contó todo. Me explicó que en el nicho lujoso estaban los huesos de los fascistas que habían ganado la guerra. Yo como ya sabía lo que había sucedido, pensé que para hacerse justicia, aunque no del todo, se podrían cambiar de sitio los huesos de modo que estuvieran en la misma cantidad de tiempo los huesos fascistas y los huesos de los rojos en las cunetas y en el nicho.

Pedro Bosch Muñoz. Palma