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Inconsistencia

Si a las puertas de las vacaciones alguien tiene dos minutos para reflexionar, que se dedique a pensar en el dinero que supuso a las arcas públicas la organización de la PBAU (antes selectividad), para poder afrontar con éxito todas las medidas sanitarias a las que obligan las políticas en este sentido: contratar espacios (algunos públicos y otros privados) alrededor de la isla, contratar personal de soporte para esos espacios improvisados, suministro desbordado de geles hidroalcohólicos, mascarillas de reserva, transporte público de refuerzo, dietas, dedicación de horas y más horas a gestionar la marea humana para que no se cuele ni un fleco del virus y poder ofrecer unas garantías sanitarias dignas de elogio.

Más de cinco mil alumnos (alrededor de dos mil más que en convocatorias anteriores, que se ven obligados a compartir espacio cerrado, por tres días consecutivos (de martes a jueves), en los que se juegan su futuro más inmediato.

Multipliquemos ese esfuerzo humano y económico por todas las comunidades autónomas (que me consta que en ellas las universidades se han implicado lo mismo que nosotros) y calculad el coste extra que ha supuesto en los presupuestos.

Llegados a este punto de meditación, echad una mirada hacia atrás y retrotraeros al jueves (último día de la selectividad) por la noche después de las pruebas, por no hacer mención al viernes, al fin de semana, a las fiestas de San Joan y al desmadre de lo más desmotivador que caracterizó esos días. ¿Os habéis situado?

Ahora imaginad lo que hubiese sido que a la Universidad (las universidades en su conjunto) se le hubiese ocurrido realizar las pruebas sin las correspondientes medidas sanitarias, sin vigilancia, sin respetar las distancia de seguridad, sin adoptar protocolos, ¡se le cae el pelo! (qué expresión más rara para una universidad). 

Ahora bien, si esa misma noche al salir de los exámenes, se celebran los éxitos sin mascarillas, se comparte botellón, se reúnen las personas sin reparos y sin respeto, en ese caso no pasa nada, porque ellos tienen derecho a divertirse porque han estado sujetos a mucha tensión. 

No importa que diga que yo también estoy sujeta a mucha tensión y que el futuro para ellos es más largo y prometedor que el mío, porque eso ya se ha dicho por activa y por pasiva y ahora estamos donde estamos.

Toda esta reflexión me obliga a preguntarme si las normas están sólo para sancionar o si realmente con ellas se pretende proteger y concienciar. 

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