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¿Qué tipo de huéspedes queremos?

Es la primera vez que escribo a un periódico, pero los recientes incidentes relacionados con turistas en Cala Ratjada me han empujado a expresar una opinión que algunos pueden o no compartir conmigo.

Soy consciente de que el turismo es el gran pilar de la economía tanto en Mallorca como en el resto de España. Los mallorquines son anfitriones del torrente de turistas que llega a la isla año tras año. Como anfitriones, se espera que los mallorquines ofrezcan la mejor experiencia y se comporten de la mejor manera posible con los huéspedes que visitan la isla. ¿No es razonable que a cambio reciban el mismo trato y respeto?

Si alguien es un invitado en mi casa, no toleraría que se emborrachara hasta el punto de destrozar, vomitar u orinar en cualquier lugar de mi casa. Estos mismos huéspedes no tolerarían ese tipo de comportamiento en su propia casa. Tampoco se comportarían así en las calles de sus propios países, donde estarían expuestos a grandes multas e incluso la cárcel. Así pues ¿por qué los mallorquines deberían soportar este comportamiento? ¿por qué tienen que sentirse inseguros y estar expuestos a estos desmanes en su propia ciudad? El respeto y la consideración funcionan en ambos sentidos.

No estoy tratando de pontificar en favor de turistas santurrones, eso sería completamente irrealista. Creo que tiene que haber un equilibrio en el que una combinación de turismo para familias, viajeros en solitario y jóvenes puedan vacacionar en un mismo lugar y no segregar a cada grupo en lugares separados alrededor de la isla. Manteniendo un equilibrio, los huéspedes más perturbadores tendrían menos posibilidades de causar los estragos que están causando ahora. Habría menos espacio para que se comporten como niños mimados con derecho a hacer lo que se les ocurra sin pensar en los demás.

En el caso de Cala Ratjada, me apena que el turismo se esté orientando peligrosamente hacia un sector que está empezando a dar cierta reputación al lugar, y no de la buena. Sin dar nombres, todos sabemos que hay lugares en la isla que, con tan sólo con mencionar su nombre, traen imágenes de comportamientos groseros, descontrolados, incluso de zonas a evitar. A pesar de los numerosos esfuerzos de estas localidades por atraer a otro tipo de turismo, la etiqueta negativa ha permanecido. Es muy difícil deshacerse de ella. Cala Ratjada corre el riesgo de recibir esa misma etiqueta.

El equilibrio debe plantearse también en términos económicos. Apoyar principalmente un tipo de turismo basado en juergas, bajo poder adquisitivo y poco respeto por Cala Ratjada significa que, aparte de determinados negocios, la mayoría de los comercios existentes se verán obligados a reinventarse o desaparecer. 

Pero son precisamente estos comercios los que dan al pueblo su carácter, su sabor actual y sin ellos seria un lugar incoloro y sin alma. Así que, de nuevo, la palabra es equilibrio. Cualquier cosa en exceso nunca es buena. Entonces, Sr. Rafel Fernández, ¿qué piensa hacer al respecto? Un primer paso sería escuchar a los habitantes de Cala Ratjada, que sin duda saben lo que es mejor para ellos y para su pueblo.

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