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Opinión | Tribuna

Regeneración

Es curioso lo fácil que es, desde el encierro pandémico, que todo el mundo hable de lo mismo. Y haga, también, lo mismo

Regeneración

Regeneración / MANUEL CAMPO VIDAL

Hace unos días, mientras estaba tratando de ordenar papeles, he encontrado un ejemplar de la revista El Consultor de los Ayuntamientos y de los Juzgados en el que publiqué un artículo titulado Crisis financiera de las Entidades Locales. El artículo, tras analizar la situación de aquel momento, marcada por la insuficiencia de medios económicos, finalizaba del siguiente modo:

«En síntesis, pues, racionalización de la política de personal, organizativa y de inversiones es lo que hace falta para poder salir de la crisis financiera a que aludíamos al principio, para lo cual es preciso que todos y cada uno de los gestores públicos locales hagan examen de conciencia y traten de aplicar las medidas que verdaderamente ayuden a superarla. Solo así se puede contar luego con legitimidad, moral y material, para acudir a las instancias estatales y autonómicas en demanda de ayudas económicas o de unos cambios legislativos que permitan éstas, como se pretende por parte de algunas entidades. De lo contrario, exigir eso antes de aplicar unas previas medidas racionalizadoras de orden interno, no creemos que sea lo más coherente y adecuado, pudiendo, en cierta manera, ser tachada esta actitud de demagógica y de intentar eludir las propias responsabilidades, al tratar de trasladar a otras instancias las dificultades surgidas como consecuencia de una deficiente gestión en la mayoría de los casos».

Ese texto fue publicado en marzo del año 1994 (con referencia a la crisis económica derivada de la guerra de Irak), y, realmente, muchas de las cosas que allí se mencionaban siguen teniendo vigencia para el sector público en su conjunto, lo que demuestra que la historia es cíclica y que, por desgracia, más de 31 años después, seguimos estando más o menos en el mismo sitio. Sin que hayamos aprendido nada. Bien es cierto que, a raíz de la crisis de los años 2008-2012, se produjo un intento de racionalizar el sector público (obligados por la Unión Europea), cuyos efectos prácticos fueron muy reducidos, quedándose más bien en un carácter estético.

Ante la realidad de que los recursos públicos se muestran muy limitados y las necesidades aumentan sin cesar, lejos de llevar a cabo una racionalización como la que se propugnaba en aquel escrito, la actitud de los dirigentes políticos ha seguido insistiendo en la misma línea, a saber: dar la culpa siempre al oponente y no pensar más que en el próximo resultado electoral, sin el más mínimo examen de conciencia. Creo que, desde entonces, en lugar de enmendar en algo la actuación, se ha persistido en el mismo modo de actuar, si acaso acrecentándose los defectos que ya se apuntaban. Así, como ya he dicho en muchas ocasiones, el sectarismo y la falta de planteamientos a medio o largo plazo continúan siendo dos de los principales problemas del sistema político-administrativo español, sin que la situación presente visos de mejora.

Antes al contrario, la impresión que han producido las formaciones políticas que han ido apareciendo estos últimos años es la de que la arbitrariedad sigue campando a sus anchas. Basta ver las noticias que van apareciendo en los medios de comunicación para comprobar que todos los vicios que se achacaban a los partidos políticos tradicionales aparecen -corregidos y aumentados-, en el comportamiento de esos nuevos dirigentes (en ambos lados del espectro político). Incrementado todo ello mediante el hecho de que hoy en día todo tiene mayor difusión y repercusión, dada la multiplicidad de canales de información y comunicación existentes.

Sigo convencido, como afirmaba ya en aquel momento, que, sin una verdadera regeneración de la vida política y administrativa, efectuada honestamente y sin apriorismos, va a ser muy difícil que no se vayan sucediendo cada cierto tiempo esas crisis existenciales, que suelen solventarse con el viejo mecanismo de la «patada a seguir», y a ver qué pasa. De momento, y ya va para mucho tiempo, ese sistema aguanta mal que bien, pero todo llega a tener un límite. Al que me parece que nos vamos acercando; prueba de ello son los innumerables populismos que gobiernan el mundo…. que pueden ser el último paso antes del auténtico desastre. Ojalá me equivoque.

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