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Opinión

Palma

Estados Unidos vigila su botín ruso en Mallorca

El yate ruso Tango en el Club de Mar de Palma

El yate ruso Tango en el Club de Mar de Palma / Miguel Vicens

Agentes judiciales de Estados Unidos viajan una vez al año a Mallorca para visitar al yate ruso Tango en su cárcel de oro del Club de Mar, donde permanece amarrado desde abril de 2022, cuando fue incautado por Estados Unidos mientras se encontraba en el dique exterior de Astilleros de Mallorca aguardando una puesta a punto. Fue la víctima mallorquina de la operación que Joe Biden lanzó a escala mundial contra los bienes de oligarcas beneficiados por Vladimir Putin en el arranque de la guerra de Ucrania. Y aquí sigue, en su prisión sin barrotes, con solo dos cambios de ubicación desde entonces.

El barco, de 77 metros de eslora y valorado en 120 millones de euros, es propiedad de Viktor Vekselberg, multimillonario ruso nacido en Ucrania y amigo personal de Putin, con intereses estratégicos en los sectores del aluminio, la energía y las telecomunicaciones, así como con una pasión desordenada por el arte, por la que adquirió gran notoriedad en 2004 al pagar cien millones de euros a la familia Forbes por nueve huevos de Fabergé, como si fuera un antiguo zar ruso.

Sin embargo, los gastos del superyate de Vekselberg los paga religiosamente Estados Unidos desde abril de 2022. Una factura que, sumando los sueldos de la tripulación, mantenimiento del buque, electricidad, agua, combustible y más de tres años de amarre en el Club de Mar de Palma, una de las marinas más exclusivas del Mediterráneo tras su reciente reforma, podría rondar ya los 25 millones de euros en la estimación más moderada para un barco de sus características, una de las joyas de los astilleros holandeses Feadship.

Vista de la popa del yate ruso Tango, confiscado por Estados Unidos, en su amarre del Club de Mar

Vista de la popa del yate ruso Tango, confiscado por Estados Unidos, en su amarre del Club de Mar / Miguel Vicens

Los agentes judiciales de Estados Unidos llegan discretamente a Mallorca a comprobar el estado de salud de su prisionero, revisan el buque con minuciosidad y hacen inventario de lo valioso que lleva a bordo, donde no existe el más mínimo signo de abandono. Todo brilla y se encuentra en perfecto estado. Y se diría que la tripulación que trabaja a diario en el yate lo hace como si pudiera soltar amarras en cualquier momento.

Con el relevo en la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump fulminó la denominada Fuerza Operativa KleptoCapture, creada para confiscar los activos de los oligarcas rusos, pero los bienes incautados, como el yate Tango, no fueron liberados, sino que pasaron a ser responsabilidad del Departamento de Justicia, que por ahora solo ha subastado el yate Amadea, incautado en San Diego en los inicios de la guerra de Ucrania. Y sigue pagando las facturas de su preso mallorquín, al que cualquier puerto desearía de cliente.

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